domingo, 28 de octubre de 2007

TAPIMAN - Tapiman (1972)



Una estrella fugaz es algo indudablemente bello. Es algo que puede pasar desapercibido para muchos, qué sólo podrán disfrutar aquellos que se encuentren mirando al lugar adecuado en el momento preciso, puesto que además dura poco, dejando después un leve sentimiento de privilegio por haber podido contemplar algo así. Si nos ceñimos a esta terrible descripción, podria decirse que Tapiman fueron una estrella fugaz. Duraron poco y vendieron menos, pero deleitaron a todo aquel que se cruzó en su camino.

Pero... ¿quiénes fueron Tapiman? Fue un grupo fundado en Barcelona a principios de los 70 por el ex-Máquina! José M. Vilaseca apodado Tapi a la batería y Miguel Ángel Núñez (M.A.N.), ex-Vértice, a la guitarra. Al bajo se une el también ex-Vértice Pepe Fernández. Esta formación publica un single que contiene los temas "Hey you" y "Sugar stone", tras lo cual Núñez debe abandonar el grupo para hacer el servicio militar. De nuevo se acude a un ex-Vértice, Max Sunyer, que más adelante se haría popular con el grupo Iceberg, para que le sustituya. Tras un nuevo single, llegó por fin un LP, titulado al igual que el grupo.

"Tapiman" es simplemente un pelotazo de blues rock. La batería y el bajo están muy bien. Las voces de Fernández y Tapi son rudas y pronuncian el inglés muy mal, pero se llevan bien con el estilo musical, muy sucio y agresivo. Lo realmente importante es la guitarra de Sunyer. El sonido que le saca, su estilo al tocar, sus solos... aunque no hubiera un mísero riff decente o una buena melodía en todo el disco, valdría la pena escuchar el disco por oír tamaño trabajo de guitarra. Sonará exagerado, pero lo cuento entre los mejores de guitarra en un disco de blues rock. Por otra parte, no sólo de pirotecnia guitarrera se sustenta este disco, pues las composiciones son más que competentes, buenísimas en muchos casos. Otro punto a favor es que el disco es variado, sin salirse del estilo. Hay temas agresivos y directos apenas basados en un par de riffs, otros son instrumentales y atmosféricos, casi psicodélicos e incluso hay algún cambio de ritmo cercano al rock progresivo.

Hay una canción que destaco siempre que hablo de este disco, "Gosseberry Park". No desentona dentro del sonido del disco, pero aún así es un tema mucho más pop. Hay además un piano acompañando al tema de manera exquisita. El resultado es una canción muy elegante, pegadiza y radiable, que no traiciona la orientación blues del disco. La mejor canción del disco. Con permiso de "Don't ask why", que le sigue en el disco. Es un portentoso blues progresivo que nunca sabes como va a continuar, pero que no se torna excesivo ni indigerible. Aquí es donde mejor suena la guitarra, en concreto el final es apoteósico. Fue la primera canción que escuché de este disco, llegó a mí de manera absolutamente casual y enseguida supe que quería conseguir el disco entero. Algo por debajo están el resto de temas, pero igualmente todos son maravillosos. "Paris" es una preciosa instrumental muy melancólica acompañada por un órgano hammond (que instrumento tan maravilloso) donde la guitarra de Sunyer, literalmente y citando a George Harrison, gentilmente llora. Otra instrumental es "Moonbeam" cuya base rítmica me recuerda al rock andaluz de esa época. "Jenny" es la balada del disco, que en lugar de caer en la predecible cursilería, tiene una atmósfera oscura y psicodélica impresionante. Por último destacaré "Driving shadow (Pepe's song)", la canción más compleja y larga del disco, alternando entre partes brutales de poderoso hard rock, psicodelia, un solo de batería y los inevitables solos de guitarra marca de la casa. Una brutal canción de las que ya no se hacen.

Esos fueron los más destacables... podría destacar el resto también, pero ¿qué diría? Excelentes riffs, impresionantes solos, estrofas y estribillos con gancho, excelente base rítmica... nah, sería redundante. ¿Qué me estoy excediendo en elogios? Bueno, que cada cual piense lo que quiera. Yo a este disco no le encuentro ningún fallo. ¿Que podría tener mejor producción? Puede, pero está ya es muy digna y además, va muy bien con este estilo musical. ¿Que no es nada original? Bueno, no sé quién es capaz de pararse a pensar en eso ante semejante colección de temazos. ¿Que sería mejor con un cantante que tuviera las capacidades de Robert Plant y una pronunciación perfecta del inglés? Pues sí, para qué negarlo.

sábado, 27 de octubre de 2007

GRAND FUNK RAILROAD - E Pluribus Funk (1971)


¿No conocéis a Grand Funk? ¿Las letras descamisadas de Mark Farner? ¿El bajo quebrantahuesos de Mel Schacher? ¿La habilidad a la batería de Don Brewer?” (Homer Simpson)

En España seguramente Grand Funk no sean muy conocidos pero en Estados Unidos a principios de los 70 eran toda una institución que vendía millones de discos y llenaba estadios. Ellos eran una banda que se tomaban el rock como un estilo musical divertido, intenso y sudoroso (sobre todo muy sudoroso) y cuya mejor forma de expresión eran sus famosos directos. Supongo que alguien se preguntará entonces por qué dedico una reseña a un disco de estudio si donde mejor daban a conocer su potencial era sobre el escenario (y, más importante aún, por qué a “E Pluribus Funk” y no a cualquier otro de los que suelen ser más reconocidos como el famoso “We’re an American Band”). La respuesta es muy sencilla: es el único disco suyo que tengo por ahora, pero además es demasiado típico recurrir a criticar el disco mítico de un grupo y resulta más interesante prestar atención a discos supuestamente menores. Y digo “supuestamente” porque a mí “E Pluribus Funk” me parece una maravilla de disco, desconozco si es de los mejores o peores de la banda, sólo sé que a mí al menos me gusta mucho.

Lo que aquí encontraremos es a los Grand Funk haciendo honor a la idea que tiene uno de un power trio: tres excelentes músicos dejándose la piel en sus instrumentos compenetradísimos entre sí, no hay uno de los tres que se destaque especialmente por encima del resto, los Grand Funk son una maquinaria perfecta donde la música se deja fluir libremente. A excepción del último tema, el resto de temas del disco mantienen un sonido y estilo muy similares, de manera que escuchándolos seguidos uno casi podría pensar que está escuchando una mega-improvisación de casi media hora.
Aunque la clave son los potentísimos momentos instrumentales (al menos para mí), las melodías vocales no están para nada olvidadas y de hecho toman el protagonismo del tema que abre el disco, “Footstompin’ Music” con un pegadizo estribillo que te pone de buen humor y te mete en ambiente al instante. Uno de los mejores temas del disco es seguramente el que le sigue a continuación, “People Let’s Stop The War”, donde destaca especialmente la guitarra de Mark Farner pero sin llegar a eclipsar al resto. “Upsetter” mantiene el ritmo y el potencial pero ayudado con un pequeño solo de armónica que se agradece mucho. En “I Come Tumblin’” consiguen crear los mejores momentos instrumentales del disco con una batería imparable y continuos cambios de ritmo, una maravilla.
Los dos temas eléctricos que abren la cara B, “Save The Land” y “No Lies” no son tan adrenalíticos y directos como los que había en la primera mitad del disco y optan por un estilo más pesado (en el buen sentido) aunque sin perder el ritmo. Pero sin embargo la canción que cierra el disco rompe por completo con el resto, la balada “Loneliness”. La verdad es que es preciosa y el estribillo se hace muy emotivo, pero está tan pomposamente sobreproducida (sobre todo a partir de la segunda mitad) que se llega a hacer cargante y uno no puede evitar pensar como habría quedado sin tantos arreglos orquestales (de hecho el último minuto y medio... ¿qué carajo es eso?). Sin embargo yo me mantengo en que es un muy buen tema, el mejor del disco si no estuviera tan alargado y sobreproducido.

Con este disco se cerró la etapa de trío de Grand Funk Railroad para luego convertirse en un cuarteto con la incorporación de un teclista. Como cierre de esta etapa “E Pluribus Funk” es un excelente ejemplo de rock ‘n’ roll divertido, sudoroso y potente. Y ya sabéis, “si queréis más información sobre los Grand Funk, consultad en la biblioteca”.

viernes, 26 de octubre de 2007

FAUST - So far (1971)



Los alemanes Faust debutaron en 1970 con un extraño disco homónimo que parecía más un collage de sonidos y ruidos varios que funcionaba bastante bien. Pero como suele pasar con grupos así, suelen obtenerse mejores resultados cuando, en lugar de recrearse en su propia locura y experimentalidad, deciden poner esos factores al servicio de canciones inteligente estructuradas. Y así fue como surgió "So far", uno de los mejores discos de rock experimental de la historia.

Es un disco oscuro y hostil, pero con un extraño sentido del humor. Muy influenciado por The Velvet Underground principalmente, tanto en el sonido de algunos temas como en el afan de hacer algo creativo e innovador. Es un disco homogénero en sonido, pero al mismo tiempo muy variado, por lo que no se hace cansino para nada. Además es relativamente accesible, por lo que una persona que tenga más o menos algo de cultura en rock clásico no debería tener muchos problemas con el disco. Pero lo cierto es que es de esos discos en los que es más ilustrativo hablar de cada canción que tratar de describir el disco a rasgos generales, así que basta de preámbulos.

La pega que tiene el disco es que empieza tan bien que no puede mantener el nivel durante todo el disco. El principio con "It's a rainy day, sunshine girl" es una canción muy inspirada en "I'm waiting for my man" de la citada Velvet Undeground, sólo que más larga, más repetitiva, más enferma... y qué diantres, mejor. Perdónenme la herejía pero así la siento. La base ritmica es ni más ni menos que más de siete minutos de la misma batería ultrasimple que no hace ni un solo redoble. La letra es poco más que repetir el título una y otra vez. El bajo es lineal y monótono. Y es una joya. La clave está en que el ritmo realmente consigue atrapar, y la linea vocal es superpegadiza. Además aparece un riff de guitarra acústica y por ahí algún saxofón que no hacen nada espectacular pero... qué bien queda. Pocas veces en el rock se ha conseguido crear tanto con tan poco. "On the way to Abamae" es una breve pieza de menos de tres minutos de guitarra acústica muy bonita, que si bien a algunos parecerá relleno, para mí está entre las más grandes joyas del disco. La pieza principal es "No harm". De sus diez minutos, se divide en dos partes: los primeros tres se inician como una majestuosa pieza de rock sinfónico, lenta, solemne... algo totalmente atípico de la escena experimental alemana de aquellos tiempos. Entonces, cuando parece que nos hayamos ante una joya monumental que podría competir con canciones de Yes o Genesis, cambia totalmente de repente y se convierte en un feroz rock salvaje, de ritmo rápido y cargado de solos de guitarra, cual si de una jam de Jimi Hendrix se tratara. El sonido que le sacan a la guitarra es bizarrísimo, una distorsión brutal que directamente raspa los tímpanos como la lija. Y la letra... bueno, ya lo escucharéis. Ni que decir tiene que es lo mejor del disco.

"So far" por el contrario tiene una vena más psicodélica. De nuevo encontramos una base repetitiva, con un riff muy blues que no varía en seis minutos. El interés está en la gama de sonidos que desplegan alrededor, con guitarras y teclados. Buena, pero es que comparada con los portentos que la preceden, parece poca cosa. Después recuerdan el infernal debut con "Mamie is blue", una de las canciones más siniestras que he escuchado en mi vida. Lo cierto es que me suena bastnte mejor que gran parte de dicho disco, quizá por tener una base realmente sólida. No es que sea una gran joya, pero en un disco variado como este, se imponía la necesidad de mostrar esta faceta del grupo. De ahí al final la cosa ya varía, siendo ya casi directamente música pretendidamente humorística. Ahí tenemos el dúo "I've got my car and my TV" / "Picnic on a frozen river", que directamente suenan a musica infantil... eso sí, de primera. Las melodías son divertidísimas y el tono general es muy jovial. Más absurda son aún "Me lack space..." / "...in the spirit", que empiezan con una tanda de sonidos absurdos para convertirse en... ¡un tema de cabaret!. Y muy bueno, además. Sí, no es más que una inofensiva viñeta para cerrar el disco, pero suena tan bien que le dan ganas a uno que el resto del disco fuera así. Lo cierto es que este último segmento de disco sólo dura siete minutos, y para muchos será lo menos destacable del disco, pero yo lo encuentro irresistible.

Qué maravilla de disco. A medida que escribía esto lo escuchaba por primera vez en bastate tiempo y no dejaba de descubrir y redescubrir detalles grandiosos. Pues eso, de lo mejor que he escuchado en música vanguardista, experimentalo cualquier de esas etiquetas que a los snobs les gusta de usar casi indistintamente para legitimizar sus gustos. Y yo no es que sea un experto en la materia, pero unos cuantos discos sí que me he escuchado ya.

jueves, 25 de octubre de 2007

CAN - Ege bamyasi (1972)



Desde el mero hecho de ser un grupo alemán con cantante japonés, Can no es un grupo corriente. Fundados en Colonia en 1968, iniciaron su andaza discográfica con el estadounidense Malcolm Mooney a las voces. Este dejaría el grupo tras el debut, y entraría Damo Suzuki a la voz, quien acabaría acaparando gran parte del carisma de Can. Tras "Soundtracks", un disco de canciones que compusieron para bandas sonoras donde había temas cantados tanto por Mooney como por Suzuki, llegó "Tago Mago", el disco clásico de Can por excelencia. Sería una buena opción comentar alguno de esos dos discos, pero lo cierto es que me decanto por el siguiente, "Ege bamyasi". Quizá porque es el primero que escuché, o quizá porque es el que más tuve que trabajarme para poder apreciar y por eso le tengo más cariño... en fin, allá voy.

Tenemos a Holger Czukay al bajo y Michael Karoli a la guitarra, que no son más que un complemento, al sonido del grupo. Sí, están bien en su lugar, pero no hacen nada especialmente interesante, aunque los grooves de bajo de Czukay son irremediablemente molones. Tenemos a irmin Schmidt, teclista, que aporta al grupo algo más. Sus sonidos son a veces muy enigmáticos y ciertamente originales (creo que el mismo creaba sus propios sonidos de teclado). Parece que hablo con desdén de estos tres músicos, pero no, realmente contribuyen al sonido del grupo, y ninguna de sus partes es directamente prescindibles. Lo que pasa, en mi opinión, los protagonistas son otros: en primer lugar, obviamente tenemos a Damo Suzuki, una de mis voces favoritas. Su estilo suele ser alternar entre susurros y griterío histérico, rayando a veces lo ridículo e insoportable, y con su particular timbre va muy bien con la música. El otro es Jaki Liebezeit, batería. Sus ritmos, sus redobles, lo llenan todo. Es un músico muy creativo, muy habil, y además la mezcla del disco favorece notablemente la batería. Si en este disco hay algún miembro totalmente imprescindible, este es Liebezeit. Si tienes especial debilidad por la batería, este es tu disco, no busques más.

"Ege bamyasi" es un disco raro. Frío y cálido a partes iguales, extraña música que nos emociona de manera distinta a otra canciones que simplemente nos transmiten cosas como "amor", "alegría" o "tristeza". Música para entrar en trance e imaginar mundos irreales impregnados de la oscuridad y el pesimismo del mundo urbano actual. Un disco para mentes enfermas, para encerrarse dentro de uno mismo.

El principio del disco es ciertamente hostil: "Pinch" es una canción de 9 mínutos que no varía de ritmo ni parece pasar nada de interesante. Básicamente es escuchar a Liebezeit tocar a su ritmo durante todo el rato, mientras Suzuki susurra cosas ininteligibles. No está mal, pero me parece el tema menos interesante del disco. Hay buenos toques de guitarra y teclado, pero no destacaban mucho, por no hablar de que a veces se hacen inaudibles. Si te pones a escuchar el disco la primera vez y te das cuenta de que no estás familiarizado con cosas así, mejor sáltate la canción y céntrate en el resto del disco, a lo mejor después de escuchar "Pinch" entera no te queda cuerpo par aseguir adelante. Aún así uno puede llegar a disfrutarlo con el tiempo, tomándosela como una especie de macabra y enferma atmósfera. "Sing swan song" es bastante mejor, una especie de balada con melodía enfermiza que posee innegable belleza. Aquí la batería es menos protagonista, y no sabría decir cual de los otros tres instrumentos que acompañan a Damo contribuye más a la construcción del sonido del tema, puesto que es una especie de mezcla perfecta. "One more night" tiene un sonido más amable, dentro de la bizarrez de Can. Su sonido es bastante agradable, pareciéndome en ocasiones el tipo de música que uno esperaría escuchar en un programa de cocina (tonterías mías, no me hagáis caso).

"Vitamin C" la recuerdo como la única canción que me gustaba en las primeras escuchas. Tiene una melodía pegadiza en las estrofas y un riff de bajo que se complementa muy bien con la batería. Lo que realmente hace de este un gran tema es el estribillo, obsesivo y facilmente coreable. Y esa parte melódica de órgano. "Soup" es la pieza central del disco, y también la canción más extraña. Empieza como el típico mantra repetitivo y susurrante de Can, hasta que de repente la canción se pone a rockear, y Suzuki se deja la voz cantando "It's Monday while I write, and better ever laught alright..." (las letras de Can suelen no tener ningún sentido). El mejor momento del disco, para mí. Luego empieza a acelerarse el ritmo y se vuelve ruidosa, pero de alguna manera se las apañara para que no resulte un desastre. El final la última parte ya son ruidos extraños (muy bien logrados, eso sí) sobre los que Suzuki canta/recita de manera teatral con una voz idiota. De nuevo, y más incomprensiblemente aún, está genial. "Soup" me parece lo mejor del disco, aunque entiendo que pueda no ser compartido. Canción obligada si te gusta la música experimental. Para durar diez minutos no se me hace excesivamente larga, quizá porque en el fondo son dos canciones en una.

"I'm so green" es un tema cortito, con ritmo bailable, quizá lo más convencional de este disco. Aquí escuchamos un riff muy rockero, y la melodía que canta Suzuki es incluso comercial. Es un tema mucho más en la onda de "Soundtracks", y un justo y necesario respiro tras la monstruosidad que es "Soup". La última, "Spoon", fue un exitoso single en Alemania. Si bien ciertamente el tema tiene gancho, realmente es increíble pensar que hace unas décadas podía triunfar algo así junto con temás pop y rock más de toda la vida. Si es que nací demasiado tarde.

domingo, 21 de octubre de 2007

HEART - Dreamboat Annie (1976)



Bonita portada, ¿eh? Recien llegaba esta tarde a mi piso estudiantil en la capital zaragozana, me disponía a comentar cierto disco cuando descubrí... que me lo había dejado en Huesca y había traído sólo la caja. Presa del pánico, busqué otra obra que reseñar y esta me pareció una buena candidata. Heart son las hermanas Wilson. El resto del grupo, pues es lo de menos. Ellas son el carisma de Heart, ellas componen la música, y ellas son la pieza sin la cual Heart sería simplemente otra cosa. Ann Wilson canta, mientras que Nancy Wilson se encarga de las guitarras. Esta última, por cierto, fue la encargada de escribir los temas de la banda ficticia Stillwater aparecida en la película Casi Famosos.

"Dreamboat Annie" es el debut de Heart, y ya desde el primer disco su estilo da a entender que las hermanas tenían las cosas muy claras. Por un lado no deja de ser un rejunte de influencias variadas, pero no les falta maestría a la hora de amalgamar dichas influencias creando un sonido personal. Algo que en definitiva, haga que el disco tenga identidad. ¿A qué suena Heart pues? Por un lado tenemos a los grupos de hard rock de los setenta (Led Zeppelin me vienen a la cabeza, entre otros), pero al mismo tiempo dotan a su música de una sensibilidad muy pop, muy dulce, haciendo de esto algo mucho más inofensivo que la música de Page y Plant, pero al mismo tiempo no menos rockera y auténtica. Por si fuera poco, está claro que Ann y Nancy han escuchado a conciencia el folk de Joni Mitchell. Increíblemente, la mezcla funciona, y se desliza de manera natural por nuestros oídos, como si hubiera estado ahí toda la vida.

"Magic man" abre el disco a todo trapo, una canción rockera con riff rudimentario. Es cuando empieza a cantar cuando nos damos cuenta de que estamos ante algo especial. La melodía es misteriosa y al mismo tiempo muy pegadiza, y el estribillo remata el tema como se merece. No es de extrañar que fuera single, y que fuera todo un éxito. Lo que sí me extraña es que "Crazy on you", tercer corte del disco no fuera aún mayor éxito. Se inicia con una leve parte de guitarra folk, que incomprensiblemente deriva en un estallido de hard rock inaudito. El riff aquí no es nada rudimentario, es melódico y sofisticado, y suena tan natural que la primera vez que lo escuchas pareces descubrir que naciste con ese riff en el subconsciente y simplemente, no lo recordabas. La melodía vocal, el trabajo de guitarras, ese ritmo tan dinámico, el ESCALOFRIANTE GRITO "Craaaaaaazy on yooooooooou!" que emite Ann en los estribillos... son tantas cosas en menos de cinco minutos, tantas sensaciones... la mejor canción del disco, sin duda. Hay otros dos temas rockeros: "White lightning & wine" suena inevitablemente intrascendente comparada con las dos primeras, pero es ciertamente una cosa muy pegadiza y divertida. La que merece otra mención especial es "Sing child", la canción más dura del disco, gracias al riff que parece salido de la guitarra de Jimmy Page. Hay un solo de flauta a lo Jethro Tull, por parte de Ann, que sólo me hace preguntarme por qué no hay más partes así en el disco, y también un gran solo del guitarrista Roger Fisher.

Estas cuatro canciones fueron la parte rockera del disco. Intercaladas entre estas, de manera sabia y equilibrada, encontramos otras canciones, a mi juicio algo por debajo. "Soul of the sea" es un tema muy relajante, casi atmosférico, que en el momento adecuado puede ser altamente evocador y emotivo. Mucho mejor es "(Love me like music) I'll be your song", una canción que me recuerda muchísimo al disco "Tapestry" de Carole King, lo cual siempre es bueno. Una canción preciosa, con un estribillo que me pone los pelos de punta cada vez que la oígo. "How deep it goes" es otra balada, firmada esta vez sólo por Ann, donde de nuevo vuelve a usar la flauta, de manera más lírica que la anterior, y vaya, queda muy bien. Dejo deliveradamente para el final la canción que completa el grupo de temas tranquilos. Es la propia "Dreamboat Annie", que no aparece una sino tres veces en todo el disco. Es la segunda canción ("Dreamboat Annie (Fantasy child)"), dura poco más de un minuto y apenas es una viñetita acústica que nos deja ganas de más de esa portentosa melodía. Entonces descubrimos que también es la quinta canción. Y tiene un ritmo más dinámico, y hay bonitos coros acompañándo, y hasta un banjo... pero sólo dura dos minutos, sigue siendo muy poco. Y entonces vemos que el último tema se llama "Dreamboat Annie (Reprise)", y que dura casi cuatro minutos. Y la oímos, y aquí suena ya como una canción hecha y derecha, con piano, y melotrón, y Ann vuelve a sacar la flauta... y la melodía suena más hermosa que nunca... y acaba el disco. Maravilloso. Qué gran idea tuvieron al jugar así con el tema titular del disco, haciendo de su escucha algo más inolvidable.

"Dreamboat Annie" es un disco cuyo sonido se queda un poco en tierra de nadie. Puede que sea demasiado blando para los que busquen buen rock duro, y demasiado rockero para quien busque algo de buen pop. Sí crees que puedes lidiar con ambos estilos practicamente a la vez, es muy probable que este disco te atrape como me pasó a mí.

viernes, 19 de octubre de 2007

ELECTRIC LIGHT ORCHESTRA - ElDorado (1974)


La ELO es probablemente uno de los grupos que mejor ejemplifica cómo entendían muchos el rock en los 70. Su ambicioso líder Jeff Lyne, amante a partes iguales tanto de los Beatles como de Beethoven, tenía como meta crear la combinación perfecta entre pop-rock y música clásica. Para ello se sacó de la manga la Electric Light Orchestra, cuyo pomposo nombre ya da una idea de por donde iban los tiros: una banda de pop-rock que incluyera la presencia de los instrumentos de una orquesta tradicional de música clásica (especialmente instrumentos de cuerda como violines).
Esta obsesión con conseguir la combinación perfecta entre rock y música clásica tuvo uno de sus momentos cumbre en “ElDorado”. Como toda ambiciosa obra de los 70 que se precie, “ElDorado” es un disco conceptual; y, como ocurre con la mayoría de discos conceptuales, resulta dificilísimo explicar de qué rayos habla exactamente. Tampoco ayuda demasiado la portada, una clara referencia a la película “El Mago de Oz”, pero en realidad eso nos importa bien poco.
Lo grande, lo realmente enorme de este disco, no se encuentra ni en su cualidad de disco conceptual ni en sus pretensiones, sino en las canciones. Y es que cuando comienza a sonar la bellísima melodía de “Can’t Get Out Of My Head” Lynne nos conquista de inmediato. No es de extrañar que fuera uno de sus mayores éxitos y es que es todo un single en potencia, aunque resulta curioso que la primera canción del disco (sin contar la Overtura) sea al mismo tiempo una de las más simples, una de esas en que la melodía de por sí es tan bella que no le hacen falta demasiados adornos. De la tranquilidad de ese tema pasamos a despertarnos con una grandilocuente introducción orquestal que, sorpresivamente, deriva en una de las melodías más rockeras del disco para acabar convirtiéndose en un fabuloso medio tiempo llamado “Boy Blue”, también de lo más grande del disco. Si con esto no tuvieron suficiente, tienen la extraña “Laredo Tornado”, una composición inclasificable con un estribillo memorable (“Lareeeedo Tornaaaaado, adiiiios amiiiiigos” ¿?) que es tan bizarra que no puedo evitar que sea una de mis predilectas.
Tras el insuperable trío inicial, nos encontramos con un par de temas donde el protagonismo de los elementos orquestales se hace más evidente aún: “Poor Boy”, donde los violines se apoderan de la canción, y la preciosa “Mister Kingdom”, donde éstos le aportan un dramatismo que se me hace irresistible.
La verdad es que el único punto flojo que le veo al disco es “Illusions in G Major”, tema de irónico título puesto que es un rock ‘n’ roll puro y simple que no es que sea malo sino que rompe con el ambiente y contexto del disco, y más al estar situado entre la inquietante “Nobody’s Child” (magnífico piano y juegos de coros) y la joya de la corona: “Eldorado”. El tema homónimo es el momento cumbre del disco, uno de esos momentos especiales que cuesta tanto describir en palabras por su belleza y su pureza. Aquí los adornos orquestales están lejos de excesos, tan sólo acompañan a Lynne y el piano para enfatizar el dramatismo de la canción y la belleza del momento. Porque aquí el protagonista absoluto es única y exclusivamente Lynne, que se apodera por completo de la canción con una magistral interpretación vocal que cada vez que llega al estribillo me pone los pelos de punta.Si Jeff Lynne pretendía demostrar que era posible crear algo grande y hermoso mezclando dos estilos musicales supuestamente diferentes (casi contrarios), con “ElDorado” lo consiguió de sobras.

martes, 16 de octubre de 2007

GÒTIC - Escenes (1978)



1978, mal año para el rock sinfónico. Si además el disco es instrumental, el instrumento principal es la flauta, apenas hay guitarra y el sonido mezcla influencias más clásicas con toques folclóricos catalanes, pues diríase que es un disco condenado desde antes de nacer. "Escenes" es otro de tantos discos de rock sinfónico que no tuvieron una gran fama pero que gracias a la red de redes han podido ser justamente revindicados.

Estamos principalmente ante un disco bonito, un disco que puede no apasionar (no es mi caso), pero que es incapaz de desagradar. Un disco algo tímido, que está claro que no se hizo para reventar las listas de éxitos con un hit contundente, pero que nadie que pueda escucharlo va a sentirse ofendido. Es un disco muy influenciado por Camel, hasta el punto que el disco completo me suena a una explotación del sonido de temas como "Rhayader". La flauta y en menor medida el piano llevan el protagonismo durante practicamente todo el disco y apenas hay guitarras (sólo en tres de los cuatro temas).

Gòtic son Rafael Escoté al bajo, Jordi Martí a la batería, Jep Nuix con la flauta y el piccolo, Jordi Vilaprinyó a los teclados, Josep Albert Cubero a las guitarras y Jordi Vidal se encarga de los efectos (no sé a qué se refieren). Colabora Jordi Codina a la guitarra acústica en el último tema.

"Escenes de la terra en festa y de la mar en calma" (precioso título por cierto) resume en sus cuatro minutos lo que va a ser el disco. Tiene un inicio movidito con un muy buen ritmo de batería, así como partes más calmadas, incluso puramente atmosféricas, donde aparecen pianos y melotrones. La melodía de flauta en todo momento lleva la batuta de forma magistral. "Imprompt I" por el contrario es una canción más jazz-rock, a la Gòtic, eso sí, más oscura y agresiva que la anterior. También podemos encontrar un buenísimo solo de guitarra eléctrica. "Jocs d'ocells" es una canción más tranquila que por momentos me recuerda a la faceta más amable del sonido Canterbury. El juego entre piano y flauta es sensacional, y en un segundo plano el bajo hace una línea de lo más interesante. "La revolució" por el contrario es todo jolgorio, tras una apacible introducción. Es el tema más folk del disco y no nos cuesta imaginarnos en los actos de algún pequeño pueblo el día de la fiesta patronal. Eso sí, a ritmo de rock sinfónico.

Los tres últimos temas son para mí los mejores. "Dança d'Estiu" se basa en una base ritmica bastante poderosa que nuevamente le da un regusto jazz a la música. La flauta aquí suena casi onírica, y el bajo está realmente sobresaliente, llevando en algún momento la melodía principal. "I tu que ho veies tot tan fàcil" empieza con unos misteriosos rasgueos de guitarra acústica y melotrón que suenan cieramente misteriosos y lúgubres, pero pronto aparece la flauta para volver a la tónica habitual del disco, eso sí, con un toque de melancolía, oscuridad e incluso epicismo en la alegre melodía. En cierto momento hay un dramático parón y Cubero se marca un breve arranque de guitarra a lo Gilmour que ojalá durara más. Todo para terminar de nuevo con un arranque de maravilloso folk festivo, esta vez alternando las melodías de flauta con las de teclado, de forma maravillosa.

Lo mejor queda para el final, "Història d'una gota d'aigua", una de las más preciosas composiciones del rock progresivo. Se inicia con una sugerente gitarra acústica acompañada por la flauta que tras unos tres minutos da entrada a una base de teclados sobre la que suena una vibrante guitarra eléctrica y de nuevo, la omnipresente flauta, siendo el momento más Camel del disco. Una verdadera maravilla que no pasa de ser, aún así, introducción a lo realmente grande, el mejor momento del disco. Pasados unos cinco minutos, flauta empieza a tocar una melodía bellísima que repite una y otra vez. A su alrededor, cual si dicha melodía invocara un hechizo, todo crece. El piano, la batería, el bajo, las guitarras... todo. Durante los últimos cinco minutos apenas varía la melodía principal, pero observar como aumenta en intensidad todo lo que la rodea es una experiencia espiritual, un verdadero orgasmo auditivo. Y cuando la canción sabe que ya no conviene que siga aumentando en pomposidad... se acaba, de forma apoteósica, emotiva...

Pues lo dicho, una maravilla de disco, de los mejores grabados en España, y una pequeña joya olvidada del rock progresivo. Si te gustan Camel y/o Genesis y disfrutas especialmente los pasajes con flauta, este disco es para ti. O si simplemente buscas un disco que sirva tanto como para ponertelo de fondo y relajarte, como para escucharlo atentamente y descubrir nuevos detalles.

lunes, 15 de octubre de 2007

BADFINGER - No dice (1970)



Si existe un grupo con un sambenito, este grupo es Badfinger. Este grupo se llamaba The Iveys cuando fueron fichados por Apple Records, la compañía discográfica de los Beatles, en 1968, cuando los Beatles estaban al punto de la separación, no siendo hasta un año después cuando cambiarían su nombre por Badfinger. Este grupo fue de alguna manera apadrinado por Paul McCartney, que incluso les llego a componer algunos temas. Y lo más importante, el estilo del grupo es muy beatle. Tienen un sonido potente y guitarrero, más cercano a los setenta que a los sesenta, pero las voces y las composiciones son claramente deudoras del cuarteto de Liverpool. Hablo al menos de este disco, el único que he escuchado suyo. Como consecuencia, mucha gente les ha encasillado, sin piedad algunas como unos meros Beatles de segunda, como una suerte de recambio que Apple necesitaba ante la inminente desaparición de su grupo estrella, pensando que quizá los fans, hambrientos de más música beatle se lanzarían a por los discos de Badfinger. A día de hoy, vistos en retrospectiva, apenas pasan de ser un grupo de culto, y es una lástima. Una lástima porque a pesar de todo, la colección de temas que contiene este disco es digna de cualquier grupo pop, incluyendo a los Fab4.

Badfinger en este disco eran Joey Molland a la guitarra, Tom Evans al bajo, Mike Gibbins a la batería y Pete Ham a la guitarra y piano, además de ser el lider compositivo en este disco, aportando voces, añadiendo un paralelismo más con The Beatles, Molland, Evans y Ham. Ninguno de los cuatro era ningún virtuoso, pero cada nota está bien colocada y en general suenan perfectos

Recuerdo cuando escuché por primera vez "Band on the run", mi primer contacto serio con la carrera en solitario de Paul McCartney, y la verdad es que no me gustó mucho. A día de hoy salvo un par de temas sigue pareciéndome un disco aburrido, y por su culpa aún no me he decidido a profundizar en la carrera en solitario de Paul (cosa que haré algún día). Tiempo más tarde escuché este disco y ¿qué me encontré? Ni más ni menos que exactamente lo que esperaba del disco de Macca. El ejemplo más claro es posiblemente la mejor canción del disco, "No matter what", que rescata lo mejor de la tradición pop de los sesenta, con una producción acorde a sus tiempos. Dos melodías (estrofa y estribillo) perfectas, bien cantadas y bien armonizadas, guitarras muy simples pero con gancho, energéticas sin resultar ruidosas, poppies sin resultar empalagosas, un ritmo sencilo pero pegadizo, y una letra de amor sin muchas complicaciones. Una canción que por si sola aplasta a la mitad de temas del recopilatorio rojo de The Beatles en su propio terreno. Canción que por cierto los geniales Jellyfish versionearon un par de décadas después.

La otra canción imprescindible es "Without you", la canción más famosa de Badfinger, que fue popularizada posteriormente por Harry Nilsson, y después por Mariah Carey (y hace poco escuché en la radio una versión en español realmente abominable), pero como la original, nada. Una balada romántica, elegante, acompañada por un mullido colchón acústico y leves pinceladas eléctricas. La melodía, de nuevo, de cinco estrellas. La interpretación, emotiva, cargada de sentimiento. Una canción muy especial, que quizá no merezca más fama que otras de este disco, no deja de ser una de las grandes baladas del rock.

La cosa por suerte no se queda en dos temas. "I can't take it" y "Love me do" (nada que ver con el clásico de Lennon/McCartney) por ejemplo son dos temazos de pop en una onda no muy distinta a "No matter what". "Midnight caller" es otra balada, esta vez con piano, que está como mínimo a la altura de "Without you". "Blodwyn" y "Better days" llevan una onda más americana, sureña, sin perder en ningún momento la accesibilidad melódica ni el encanto pop. En total, doce temas, doce joyas de la música pop.

Para el final dejo la última pieza del disco, "We're for the dark", simplemente una guitarra acústica supersimple sobre la que Pete Ham canta una de las melodías más irresistibles del disco. Se le agregan arreglos de cuerdas que no quedan mal y ayudan a despedir el disco con un toque más oscuro, pero lo cierto es que no eran del todo necesarios: la melodía se sustenta por si misma.

El final de Badfinger no fue feliz. Tras unos malos tiempos, pocas ventas, ser estafados y que su disco "Wish you were here" (1974) fuera retirado del mercado sin apenas haber pasado tiempo a la venta, Ham se ahorcó en 1975, dejando a su novia embarazada y llena de deudas. En 1983 Evans le imitó, tras una discusión con Molland sobre los derechos de autor del tema "Without you". En 2005 Gibbins murió por causas naturales. Molland sigue desde hace bastantes años girando bajo el nombre de Joey Molland's Badfinger, pero obviamente, no es lo mismo. La música de estos cuatro británicos ha quedado en el tiempo como un preciado tesoro que nos vemos obligados a racionar, siendo conscientes de que no va a haber más.

Apertura

Ya parece triste un cambio en la línea editorial del blog a los dos días de ser creado. Por otro lado también podría decirse que al ser una creación reciente aún no ha sido dotada de personalidad porpia y por tanto es más moldeable. Lo que sea.

Al poco de crear esto se me comentaron un par de cosas:

La primera es que estaba dejando injustamente fuera a los últimos años de los 60.

La segunda es que los últimos años de los 70 tenían un espíritu ya algo alejado de la dicha edad dorada a la que hace referencia el blog.

Lo cierto es que sí, no es lo mismo 1972 que 1978. Los estilos estaban evolucionando hacia la música que se haría en los 80. Sí. Pero la cosa aún no era lo que sería en unos años. Cierto es que algunas cosas de finales de década han envejecido peor que otras del principio. Cierto que el horterismo y la superficialidad empezarían en breve a apoderarse de todo, sin piedad. Pero aún así, si digo que los últimos años de los 70 fueron una decadencia, es porque iban a menos, manteniéndose dignamente hasta más o menos 1980, año que para mí ya marca definitivamente el inicio de una etapa musical menos inspiradora. Si, claro, no es justo cortar a cizalla, separando las épocas. Pero digamos que la gota que colma el vaso más o menos estaba por ahí. A lo que iba, que Blondie, Television, The Police, Patti Smith, Ramones o The Clash, algunos de los grupos emblemas de finales de los 70, me siguen pareciendo algo grandísimo, y perfectamente herederos de la etiqueta de edad dorada del rock and roll. Una etapa diferenciada dentro de esa edad, una cosa diferente a la de esos Led Zeppelin, Pink Floyd, Deep Purple y Yes que eran los amos del mundo hace unos años, sí, pero igualmente grandes. Por otro lado, no debemos olvidar que todo genero que en algún momento tuvo su auge, durante los años siguientes va dejando, cada vez menos, manifestaciones tardías que en su momento pueden sonar a un poco interesante más de lo mismo pero que vistas en una fría retrospectiva a veces pueden estar perfectamente a la altura de lo que se hacía unos pocos años antes.

Con respecto a los de los 60... ahí sí que debo claudicar. No tiene sentido dejar según que discos de 1967, 1968 y 1969 fuera de este blog y tener el valor de llamarlo como lo llamo.

Así pues, este blog seguirá centrado en la música de lo que comunmente se conoce como "los 70", pero dejando a un lado dictaduras del calendario, los discos que yo (y el resto del staff) considere que encajan con el espíritu del blog.

domingo, 14 de octubre de 2007

LEÑO - Leño (1979)



Quien más quien menos en España sabe quién es Rosendo Mercado. Cantautor del rock urbano, que tocaba con los Leño. Que formó parte de Ñu en sus inicios. Que no tiene una gran voz, que hace canciones sencillitas que gustan a los adolescentes rebeldes y en muchas ocasiones a sus padres. A mi, personalmente, me gusta. Me parece un compositor elegante, con personalidad, y su guitarra tiene un regusto a blues que es santo de mi devoción. Leño también me gustan, y también son muy reconocidos, principalmente por sus discos de los 80. No es de extrañar, pues aquellos himnos guitarreros, llenos de gancho, consiguieron marcar a toda una generación de jóvenes. Un estilo más o menos similar fue el que marcó la carrera en solitario de Rosendo. No es de extrañar entonces que este disco esté tan olvidado.

"Leño" es un disco de puro hard blues, oscuro, con un sonido grueso, muchos solos de guitarra, bajo bien marcado y voz macarra. Un disco que suena a underground por los cuatro costados. Si bien los discos posteriores pueden gustar a cualquier persona con ganas de caña guitarrera, este parece estar más destinado a gente que realmente ame el rock, que sea capaz de sentarse a escuchar con detenimiento una obra y extraer detalles a cada escucha.

Nada como escuchar la primera canción para comprobarlo: "Castigo". Es sin duda la mejor canción de Leño. Diez minutazos épicos, plagados de solos del mejor blues, potentísimos, con apenas un par de estrofas en toda la canción. Parece que Rosendo quería demostrar que había escuchado a Ten Years After, o que acababan de quitarle una escayola de la mano y tenía urgencia por tocar la mejor interpretación de su vida. Sería injusto olvidar la gran labor de Chiqui Mariscal al bajo y Ramiro Penas a la batería, pero es que la estrella del disco es Rosendo y su guitarra. Pero ellos dos también hacen una labor sobresaliente, apreciable en parte gracias a que la producción favorece que se aprecie perfectamente el bajo de Mariscal... lo que el blues rock debería ser, vamos.

Hay otros cuatro temas más cortos que tienen un sonido similar a "Castigo", pero son más cortos y menos instrumentales. "El oportunista" es una crítica a aquellos que dicen no seguir la moda pero en realidad se limitan a seguir una moda menos masiva. Es una canción muy marchosa con un brutal riff principal en el que guitarra y bajo se baten en duelo. "El tren" es una canción que existe desde los primeros tiempos de Ñu coescrita por José Carlos Molina y Rosendo, y que ha sido grabada por ambos grupos. El tema es más pausado, con un riff muy bluesero pero al mismo tiempo muy carismático y perfectamente identificable. Parece hablar del consumo de drogas, reseñando en todo momento que si se toman, hay que tener cuidado:

El tren
sube a mi tren azul
su dulce chimenea te puede dar
algo que hace tiempo buscas tú
si controlas tu viaje serás feliz.
El tren
un día yo quise viajar en él
subí despacio y me acomodé
vi rostros deshechos de satisfacción
si controlas tu viaje serás feliz.


"Estre Madrid" es más oscuro, lo que queda bien para acompañar a la letra, crítica y afilada, contra la situación de la capital española en el momento.

Tu aquí y yo aquí
seguimos unidos
vivimos todo por igual.
Bebemos, fumamos y nos colocamos
tenemos plena libertad.

En Atocha encontrarás
aire limpio sin igual.

Es una mierda este Madrid
que ni las ratas pueden vivir.

La última de estas cuatro canciones es "Sodoma y chabola", que tiene un riff que suena muy Motörhead. El título deja claro que nos encontramos ante otra crítica social, otro amargo blues sobre el mundo que nos rodea.

Entre estos cuatro temazos encontramos la canción más extraña del disco, "La nana", algo cercana al rock sinfónico. Una canción sin letra, épica, preciosa, con partes dulcísimas en las que Rosendo tararea con una voz que nunca volvería a utilizar y, de nuevo, potentes partes de blues rock. Con deliciosos teclados que le dan un aire psicodélico. Parece mentira que los autores del resto de temas del disco hayan sido capaces de hacer algo así, y sólo queda preguntarse por que no se atrevieron a explorar más esta senda.

Como final, "Se acabó", una piecita de guitarra acústica que me encanta, me emociona, y me da la sensación de ser un cierre perfecto para el disco.

Tras esto vinieron dos discos de estudio, "Más madera" (1981), que tiene algunos temas simpáticos, pero está lleno de teclados abominables y desfasados, y "¡Corre, corre!" (1982), una mezcla entre el sonido crudo (aunque no tanto) del debut y el formato de temas cortos del segundo, que resulta en un disco muy bueno. Pero como este disco, nada.

A lo mejor conocéis los grandes hits de Leño y no os dicen nada, ni os gusta Rosendo. Pero este disco fue, simplemente, otra cosa, y estas torpes palabras aspiran a haberlo dejado claro. Y si Leño en general os gustan, escuchaos sin falta "Vivo '83", lanzado el pasado 2006, mucho mejor que aquel chapucero directo de 1981.

sábado, 13 de octubre de 2007

Ladies and gentlemen...

"Broadway. 7 de mayo de 1974. La nueva sensación del glam británico tocará después de haber conseguido consagrarse en tierras americanas con su nuevo disco The Hoople. El escenario, aún vacío, está repleto de extravagantes y macabros maniquíes. La expectación es muy alta, para muchos será su primer concierto de Mott The Hoople puesto que los han descubierto gracias a su último disco, sólo unos pocos ya los habrán visto en la gira anterior donde tenían de teloneros a unos tipos llamados Queen que por cierto han sacado hace poco su segundo disco y es muy pero que muy bueno. Es una lástima que se haya ido Mick Ralphs del grupo (al parecer se ha juntado con el cantante de Free para un nuevo proyecto, a ver que saldrá de ahí), pero el nuevo guitarrista suena muy bien al menos en el disco. De todos modos la verdadera estrella del show es Ian Hunter con su pelo rizado y sus gafas de sol, ahora que no está Mick Ralphs para hacerle sombra él es el carismático líder indiscutible del grupo, poder verle en acción debe ser grandioso.

Entonces se apagan las luces. La gente grita de la emoción. Se oye el tema "Jupiter" de la suite "The Planets" de Gustav Holst como introducción y a continuación sale a escena nada más y nada menos que Ian Hunter y comienza a sonar... un momento.... ¿"American Pie"? ¡El puto Ian Hunter está cantando el "American Pie" de Don McLean! Qué comienzo más raro! Pero lo bueno llega cuando tras el verso "The day that music die..." Hunter se queda con todo el mundo al pararse de repente y soltar "... or it didn't?", inmediatamente tras lo cual comienza a tocar con el piano una melodía que todos conocen mientras la banda entra en escena y una voz anuncia "Ladies and gentlemen..."The Golden Age Of Rock 'N' Roll"!!".

Sí señor, ésta es la edad de oro del rock 'n' roll. Esos años en que cada mes te quedarías sin tu paga semanal porque prácticamente cada semana hay un gran grupo que saca disco nuevo: ayer era T-Rex, hoy es Led Zeppelin, mañana será la nueva banda donde se encuentre Clapton, pasado quien sabe... ¿King Crimson? ¿Pink Floyd? ¿Lou Reed? Descubrir obras maestras del rock el mismo día en que salen, disfrutar de los más grandes en su etapa de auge y cuando aún no tenían canas y cuando las largas melenas y las extravagantes vestimentas estaban a la orden del día. Poder ir una noche a un club de mala muerte de Londres donde tocan unos completos desconocidos que mañana puede que sean el grupo revelación del año. Sorprenderte por los experimentos que están haciendo tus grupos favoritos que te demuestran que son músicos inquietos y descubrir las innumerables posibilidades que da este invento que se sacó de la manga el viejo Chuck Berry con 3 acordes y ganas de pasarlo bien.
La edad de oro del rock 'n' roll."


Así empezaba un buen amigo mío un comentario sobre el disco en directo de Mott The Hoople. Lo cierto es que el es mucho más fan de Mott The Hoople que yo. Y lo cierto es que a mí me gustan Jethro Tull y a él le aburren. Pero a grandes rasgos coincidimos en lo esencial: aquello a lo que llama la edad de oro del rock 'n' roll. Aquel momento en el que un viento divino pareció dotar de inspiración extra a todos y cada uno de los músicos de rock del mundo. Aquella época en la que no extrañaba que los mejores discos del mes estuvieran entre lo mejor de la historia. Hablo de los 70.

¿Nostalgia? No veo por qué, si mi padre no escuchaba rock setentero y yo nací en el 86. ¿Sobremitifación? Pues no sé. Yo comparo los cualquier década y francamente, los setenta me parecen mejores. Simplemente mejores que los 60, y muy ampliamente mejores que los 80, 90 y 00.

Este blog es un homenaje a tan gloriosa década. Un blog para aquellos que si hacen una lista con sus diez grupos favoritos de los 90, y elige un disco que comparado con los grandes de los 70 es de segunda fila, le gusta más que uno o dos grupos de dicha lista. Para aquellos que disfrutan leyendo páginas y páginas por el mero hecho de hablar de música de esta década. Para todos aquellos que cuando les preguntan por su música favorita, responden "el rock de los 70", sin necesidad de pararse a especificar si hablan de blues rock, hard rock, rock progresivo o punk, porque no es necesario.

Porque la buena música que se hizo en dicha década es algo inabarcable. Por mucho que consideremos a Pink Floyd, Queen y compañía los grandes clásicos, cuando sentimos que necesitamos algo más podemos tomar el próximo avión hasta Buenos Aires y gozar con la música que allí triunfaba y en Europa ni nos sonaba. Y todo para volver al Reino Unido y descubrir que rascando un poco más la superficie, el número de joyas ocultas nunca se termina. O explorar la locura de los alemanes. O el lirismo italiano. La esperanza por un cambio de los españoles. O simplemente el enésimo grupo de psicodelia que no aporta nada nuevo y no nos importa, porque esa vieja fórmula nos encanta. Y ese enésimo grupo puede estar en un suburbio de Nueva York, o en el seno de una familia adinerada japonesa, o puede ser cuatro chavales sudafricanos sin más ilusión que emular a sus héroes. El mundo parecía ser un caldo de cultivo ideal para el buen rock and roll.

¿Qué hay buena música en todas las épocas? Claro, y yo soy el primero en disfrutarla cuando me la encuentro. Pero nada me toca más la fibra sensible que escuchar un disco sin saber de que año es y, sin necesidad de que suena desfasado, adivinar que está grabado entre 1970 y 1979.

Ladies and gentlemen... THE GOLDEN AGE OF ROCK'N'ROLL!!