domingo, 30 de diciembre de 2007

LED ZEPPELIN - Houses of the holy (1973)



Tras cuatro discos a cada cual mejor Led Zeppelin se negaban a acomodarse. Y si ya es algo emocionante descubrir a Led Zeppelin algunas décadas después, no quiero imaginar lo que sería ser fan suyo durante aquellos años, descubrirlos disco a disco, cuando cada entrega de su música era una sorpresa. Su primer disco era blues rock endurecido, estilo que evolucionó hacia el hard rock de su segundo disco. En "III" se inclinaron por experimentar, principalmente con sonidos más acústicos, y su cuarta entrega fue su disco más recargado, épico y pretencioso. La principal diferencia es que cada uno de esos cuatro discos tiene una clara identidad definida por si misma, mientras que este "Houses of the holy" es ya algo más difuso, se acerca más al concepto de simple colección de canciones. Si en "III" los experimentos solían seguir una senda más o menos definida, aquí Led Zeppelin se atreven con cualquier cosa que se les ocurra, tanto en estilos como en sonidos. Quizá por eso suena algo desparejo como obra, pero nada grave a lo que uno no pueda acostumbrarse.

"The song remains the same" abre de manera brutal. No deja de ser un tema para el lucimiento de Page, aunque las partes cantadas por Plant son muy buenas. Está infestado de riffs y solos a cada cual mejor, y aunque se aleja algo del sonido de Led Zeppelin se les sigue reconociendo perfectamente. La que ya se desmarca de cualquier cosa que hayan hecho es "The rain song", una balada acústica donde Jones toca el piano y el melotrón. Al principio es algo sosa. La melodía demasiado difusa, y da la sensación de buscar la atmósfera por la atmósfera, relegando la composición a un segundo plano, pero con el tiempo uno puede empezar a captar su impresionante melancolía y carga emotiva, así como la personal interpretación vocal de Plant. Belleza en estado puro. Para terminar el trío de obras maestras que dan comienzo al disco está "Over the hills and far away", un tema duro pero bastante poppie donde de nuevo Page demuestra ser el maestro. Es algo simplemente excelso la manera en la que pasa de la introducción acústica al tema rockero principal.

Desgraciadamente "The crunge" empaña bastante el resultado del disco. Es un experimento funk que no suena mal, pero como composición es bastante vacía y el resultado final, pues francamente es una tontería. Puedo disfrutarla según el día, pero francamente no tiene lugar en un disco como este. "Dancing days" es un tema en una onda más clásica de Led Zeppelin, que no es gran cosa comparado con lo que podemos encontrar en anteriores discos, pero no está nada mal, principalmente gracias al hipnotizante riff. El tema de la discordia es "D'yer mak'er". O quizá no debería decir discordia, porque gran parte de los fans lo odian. A mí por el contrario me encanta, me parece genial. Es, ni más ni menos, un tema reggae. Pero no pasado por el filtro de Led Zeppelin ni nada de eso, es reggae, a secas. A mi no me disgusta nada el reggae, aunque apenas haya escuchado, y me veo capaz de decir que esto es una gran canción en su estilo. Incluso sus detractores suelen coincidir en algo, y es que la batería de Bonham suena brutal, y estoy de acuerdo.

Llega el mejor tema del disco, "No quarter". De dificil catalogación, yo me atrevería de decir que es un tema con reminiscencias del rock sinfónico. El riff es, como solían ser los de Page, maravilloso, pero aquí ya no suena potente, ni agresivo, sino sutil, misterioso, envolvente... Jones con su piano eléctrico da una atmósfera increíble, sobre todo en la parte central del tema, y la forma delicada de cantar de Plant está entre sus mejores momentos como vocalista. Después de "Stairway to heaven" me parece el mejor tema de Led Zeppelin. Para cerrar tenemos "The ocean", muy buen tema, más típico dentro del estilo de la banda y con un bizarro momento en el que los cuatro componentes cantan a capella.

¿Obra maestra? Mmmm, pues no sé. No es tan redondo como los discos anteriores. Pero cuatro temas, que por duración son más de la mitad del disco, son absolutamente magistrales, de lo mejor del rock, y el resto en su mayor parte vale mucho la pena. ¿Qué importa si estrictcamente es una obra maestra o no? Es un disco de imprescindible escucha.


martes, 25 de diciembre de 2007

THE ABSTRACT TRUTH - Silver Trees (1970)



Dudo que conozcas este grupo a no ser que seas un verdadero freak del psych/prog/hard/blues 70's underground, o lo que ultimamente viene a ser lo mismo, que te patees blogs y blogs de descarga directa buscando la enésima joya perdida. O puede que no lo seas, pero como yo, un día te topaste con ellos por casualidad en alguna página, o en el Soulseek y te llamaron la atención. O quien sabe, quizá eras fan suyo y compraste sus discos cuando salieron. The Abstract Truth se funda en 1969 en Durban, Sudáfrica, y como todo sudafricano que por aquella época pudiera permitirse grabar un disco, eran blancos, rubios y con apellidos holandeses. Su carrera discográfica fue breve, dejando tan sólo un par de discos de estudio, ambos de 1970. Tras "Totum", un disco en el que podíamos encontrar algunas versiones, de Willie Dixon o Simon & Garfunkel por ejemplo, vino "Silver trees", ya repleto de temas originales.

Pero, ¿a qué suenan? Principalmente los clasificaría como psicodelia, pero al contrario que otros grupos del estilo, esto no es un disco lleno de bestiales guitarras fuzz, voces gritonas y baterías delirantes, sino que prefieren acercarse al estilo de manera más sutil, con guitarras poco distorsionadas en la mayor parte del tiempo que dejan sobresalir muy bien al bajo, con organos hammond dominando el sonido y con abundantes toques de flautas y saxofones (quizá el punto más sorprendente de The Abstract Truth). Quizá en algunos momentos se aproximan al rock progresivo, pero en general no es música de extramada complejidad. Digamos que es un disco bastante ligero, accesible para no iniciados en este tipo de sonidos, que se desliza por los oídos con increíble suavidad y deja ganas de más (quizá en parte porque dura 35 minutos).

Tomando como ejemplo el tema "In a space", una canción instrumental, psicodélica y con improvisaciones, que se aleja de los pesadillescos pasajes de los que era capaz Syd Barrett, dando lugar a algo muy placentero, con un delicioso riff de saxofón, que no incomodaría para nada poner en voz alta delante de cualquier persona. Algo similar ocurre con "Pollution", el tema que abre el disco, cargado de melodías amables, bonitos solos de flauta y un alegre final de saxofones que pone de buen humor a cualquiera. O "Moving away", donde encontramos deliciosas melodías pop acompañadas de clavicordio que muchos grandes grupos consagrados querrían para sí mismos.

También hay cabida a momentos más blues, siempre sin perder el toque ácido tan personal del disco, como "Two" o "Blue Wednesday speaks", o temas más poppies, como "Original man", donde nos viene a la mente irremediablemente el nombre de Jethro Tull. La pieza más ambiciosa del disco es la propia "Silver trees". Suena más oscura y seria que el resto del disco, también es la más larga (unos 8 minutos) y tiene un largo pasaje central cargado de improvisaciones que seguro harán las delicias de todo amante del género.

Eso sí, no busquéis el disco en las tiendas. Si no me equivoco, por aquí es imposible de encontrar. Pero como soy muy bueno, si alguien está interesado en oírlo que me lo haga saber y ya me encargaré yo de ellos. Que a fin de cuentas, esto me gusta escribirlo para que la gente lo lea.

Por cierto, que existe otro grupo llamado igual, pero no tiene nada que ver.

sábado, 22 de diciembre de 2007

SPARKS - Kimono my house (1974)



Bien, hay dos cosas que hay que nombrar ineludiblemente cuando se habla de Sparks. La primera, que son un grupo muy pomposo que con toda seguridad influyó sobre Queen. La otra es el bigote a lo Hitler (¿por qué nadie lo llamaba bigote "a lo Chaplin", por ejemplo?) de su teclista y compositor Ron Mael. Estadounidenses, viajaron a Inglaterra debido al poco éxito que tuvieron en sus inicios para probar mejor suerte. Lo que empezó siendo como una banda totalmente construída, acabó reduciéndose a los hermanos Mael, el ya mencionado Ron, y Russell cantante guaperas al clásico estilo del glam rock.

La música de este disco se mueve principalmente dentro del pop rock, aunque no es para nada pop ordinario. Las melodías son extrañas y retorcidas, pero al mismo tiempo muy pegadizas. La voz de Russell es buenísima, aunque no apta para todo el mundo, pues no deja de utilizar un peculiar falsete bastante exagerado. Por último, el sonido general del disco es bastante agobiante, sin estar lleno de arreglos ni nada de eso, consigue una brutal sensación de acaramelamiento extremo que a algunos puede resultar cansino. A mi no.

El disco abre con el clásico de Sparks por excelencia, "This town ain't big enough for the both of us", y pese a ser el temás de mayor éxito del grupo, es uno de los más bizarros del disco, pues es donde la descripción dada anteriormente es llevada a niveles extremos. El tema se basa en una melodía vocal que se repite una y otra vez, y que con un par de escuchas llega a hacerse pegadiza, a pesar de ser extremadamente absurda y sin ningún ánimo de entrar en sutilezas. Sea como sea, la cosa va bien y el tema es maravilloso. Comparado con esa, "Amateur hour" es más corriente, y entra mejor, y también es recordada como uno de los clásicos de este disco. El estribillo es de lo más pegajoso que hay en este disco, y ya es decir. "Falling in love with myself again" es un tema que adelanta bastante lo que serían los Queen de la etapa de "A night at the Opera", tratándose de una especie de vals interpretado en clave de rock. Si me dicen que Mercury no escuchó esta canción antes de componer su "The millionaire waltz", pues no me lo creo, oigan. "Here in heaven" es mi favorita del disco, a pesar de que en un principio parece menos deslumbrante que las anteriores. La melodía tiene cierto toque oscuro delicioso y está acompañada de un tétrico órgano en un acertadísimo segundo plano. La letra de este tema me encanta, y es que otro punto bueno que tiene este disco es que si bien las letras son bastante intrascendentes, al mismo tiempo son muy ingeniosas. Trasta sobre un Romeo que maldice a su Julieta, pues ambos acordaron suicidarse juntos, pero ella le dijo que fuera él primero, y a última hora se echa atrás. Y como dice la letra, "Aquí en el cielo, estoy sin ti, es un infierno saber que tu salud te mantendrá lejos de aquí por muchos muchos años". Otra que destaca por su letra es "Thank god it's not Christmas", la historia de un hombre que se pasa todo el día dándose a la mala vida, y que odia el día de Navidad pues tiene que quedarse en casa y hacer caso a su mujer en lugar de salir de bares. Ese tema además es muy animado y su música tiene verdadero espíritu Navidad, lo que lo convierte en mi canción rockera navideña favorita, si es que se puede considerar así.

"Hasta mañana, monsieur", aparte de permitirnos oír a Russell pronunciar la ñ de manera bastante divertida, es otro de los puntos altos del disco, a pesar de estar entre lo más corriente del mismo. "Talent is an asset", "Complaints" y "In my family", las tres siguientes, me parecen bastante menos interesantes que las séis anteriores, aunque todos tienen algo que destacar, ya sea el riff de campanitas de la primera, la melodía misteriosa de la segunda o los ridículos a la par que maravillosos agudos de la tercera. Por suerte el cierre de disco es bastante mejor, "Equator". Es un tema algo más relajado que la media del disco, algo lento con aires de música de cabaret. El tema de por sí es muy bueno, pero el final es tan delirante qu hay que oírlo para creerlo. O lo amas o lo odias. Yo, creo que no hace falta decir de que lado estoy. En ediciones recientes se le han añadido dos bonus tracks, además. "Barbecutie", que tiene un riff de bajo brutal, y "Lost and found". Hacen perder algo de impacto a "Equator" como final de disco, pero ciertamente son temas dignos de figurar en el disco desde principio.

Pues más o menos esto es lo que hay. Un disco divertido, extravagante, excesivo y no apto para diabéticos, pero excelente se mire por donde se mire.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Pausa

Debido a la falta de tiempo por parte del staff del blog, es posible que en las próximas dos semanas no aparezca ninguna actualización.

Indico esto para que no de la sensación de que el blog está abandonado, a pesar del decrecimiento en el ritmo de publicación.

Saludos

domingo, 2 de diciembre de 2007

BANCO DEL MUTUO SOCCORSO - Io sono nato libero (1973)



Menudo impacto me produjo este disco cuando lo descubrí... impacto que se desvaneció considerablemente cuando descubrí los dos discos anteriores de este grupo, que me cautivaron mucho más tanto en composiciones como en sonido. Tras mucho tiempo sin escucharlo, y a modo de reconciliación, le dedico estas palabras a "Io sono nato libero".

Banco Del Mutuo Soccorso es una de las dos o tres máximas cabezas visibles del movimiento del rock progresivo italiano, que si bien nunca gozó de la popularidad de la escena homóloga que se daba en el Reino Unido, ha dejado un extensísimo legado y miles de fans por todo el mundo, a pesar de que muchos de ellos lo hayan descubierto muy a posteriori y gracias a Internet (me cuento entre ellos). Su música era, a grandes rasgos, rock sinfónico, con teclados influenciados por Keith Emerson y una voz muy pomposa, de estilo casi operístico. El conductor de la máquina fue uno de los dos teclistas del grupo, Vittorio Nocenzi, aunque la figura más carismática siempre fue su orondo y barbudo cantante, Francesco Di Giacomo, un tipo realmente entrañable y dotado de una de las mejores voces del rock.

Cada uno de los tres primeros discos de BMS tiene una pieza central, una canción notablemente más larga que el resto y que es aclamada con casi total concordancia como mejor tema del disco. En este caso, es la primera canción del disco, "Canto nomade per un prigioniero politico". La diferencia es que mienstras aquellas eran piezas de rock sinfónico al uso, aquí la cosa se complica. Las melodías son más erráticas, la estructura es totalmente cambiante, apenas hay motivos principales que se repitan y conformen la identidad del tema. Supongo que es por cosas así que este disco es ligeramente menos apreciado que los dos anteriores, es ciertamente menos comercial. Eso sí, el tema es soberbio. Es instrumental en gran parte de su duración, aunque lo mejor son las partes cantadas, culminando a mitad de la canción, antes de la parte integramente instrumental, donde Francesco exclama que nació libre, dando lugar a uno de los momentos más escalofriantes de la historia del rock. La segunda parte, más de la mitad de los quince mintos que dura el tema es una verdadera tormenta de ideas, donde a veces puede parecer que no tiene sentido, donde podemos encontrar desde teclados a lo Emerson típicos en Banco hasta percusiones tribales... algunos momentos son más dignos de algún grupo de vanguardia que de lo que venían siendo Banco del Mutuo Soccorso hasta la fecha.

Le sigue "Non mi rompete", que en contraposición al anterior tema, se trata sin duda de la canción más comercial creada por Banco en sus tres primeros discos. Hay quien no simpatiza mucho con este tema, pero yo no le veo más que virtudes. La linea de guitarra acústica es buenísima, y la melodía de Francesco es preciosa. El estribillo es algo frívolo, pero igualmente muy pegadizo y hasta cierto punto emotivo. Sin duda es una muy buena balada, que a mi modo de ver no desentona en el disco. "La città sottile" se encarga de recordarnos qué disco estamos escuchando desde su tenebrosa introducción de piano a la que se suma una agónica melodía vocal, bien dramática, a la altura de lo que se puede esperar de un maestro como Francesco. Hay además un extraño y sencillo pero buenísimo solo de guitarra. Algo más dinámica comienza "Dopo... niente è piu lo stesso", que cuenta con un sensacional riff de teclado, pero pronto acaba tomando el tono general del disco, y se torna bizarra y misteriosa, con abundantes cambios de ritmo. Con la pequeña instrumental "Traccia II" se sigue la tradición de Banco de cerrar sus discos con temas breves y poco espectaculares (aunque este es bastante bombástico) que, sin embargo no quedan mal.

Y eso es todo. No es lo más indicado para iniciarse en Banco ni en el sinfónico italiano (aunque yo lo usara), pero de todas maneras es un gran disco al que se debería llegar tarde o temprano.

sábado, 24 de noviembre de 2007

ELTON JOHN - Goodbye Yellow Brick Road (1973)


Aunque hoy en día Elton John es un músico más bien denostado (reconozcámoslo, en gran parte se lo ha ganado él solito), en los 70 era un excelente artista con una creatividad apabullante. Hasta que llegaron los fatídicos años 80 (de los que, a juzgar por los repertorios de sus conciertos actuales, él mismo tampoco se siente muy orgulloso hoy en día), Elton John era una máquina que no sólo sacaba un disco tras otro, un año sí y otro también, sino que encima era muy bueno.

En 1973 Elton John se encontraba en su mejor momento artística y comercialmente hablando, así que “Goodbye Yellow Brick Road” vino a ser la cumbre de su edad de oro no sólo porque sea (en mi opinión) su gran obra maestra, sino porque es un disco que en sus 76 minutos de duración nos muestra las diversas facetas de nuestro amigo Elton, en cuanto a creatividad es sin duda uno de sus discos más logrados y donde es capaz de hacer coincidir géneros más diversos (rhythm ‘n’ blues, rock sinfónico, hard rock, sus imprescindibles baladas a piano...). Lo mejor de todo es que éste no fue un disco doble “premeditado”, sino que simplemente Elton comenzó a componer canciones hasta que se dió cuenta de que daba para un disco doble (y aún así hubo varios temas que se desecharon) lo cual nos confirma hasta qué punto estaba en estado de gracia por entonces.

El inicio del disco es escalofriante y demoledor: “Funeral For a Friend”, un tema instrumental tétrico y que es de los temas más oscuros que he oído, uno de mis mayores candidatos a tema favorito del disco, inconmesurable. Unida a ésta se encuentra la más rockera y tradicional “Love Lies Bleeding”, un tema rockero muy en su línea combinando el protagonismo de las guitarras con su omnipresente piano.
A ésta le sigue “Candle In The Wind”, seguramente su tema más famoso con una letra de Bernie Taupin dedicada a Marilyn Monroe. Pese a lo quemada que está me sigue gustando mucho la forma como canta el “Goodbye Norma Jean” y su tono tan triste. Cambiando radicalmente de estilo viene “Bennie And The Jets”, un tema muy influenciado por el rhythm ‘n’ blues con un ritmo muy repetitivo y pegadizo. Como muestra de lo detallistas que fueron con la producción, al darse cuenta de que a la canción le faltaba “algo” decidieron añadirle aplausos y voces para crear un falso directo (destacar el pequeño detalle de como las palmas se dan ligeramente fuera de tiempo, ya que el público inglés solía acompañar así las canciones... o al menos eso dicen ellos).
Llega entonces mi otra gran aspirante a tema favorito: “Goodbye Yellow Brick Road”, una balada preciosa donde Elton John demuestra que si bien es obvio que era un pianista excelente (y si alguien no cree que eso sea obvio que se enchufe este disco en vena y que me diga si no es casi un manual de como tocar el piano en un disco de rock), no es tan recordada su enorme capacidad como cantante. En este tema canta de una manera tan absolutamente dramática que algunos llegaron a creer que se había ayudado con truquitos del estudio. Y a destacar por supuesto la letra de ese excelente letrista que es Bernie Taupin, que aquí hace referencia al famoso camino de baldosas amarillas de “El Mago de Oz” para hablar de la decepción que vivió tras alcanzar el éxito que todos soñamos. Maravillosa.

Se podría dedicar párrafos enteros a cada canción pero me temo que me estoy excediendo y no llevo ni la mitad del disco, sin embargo creo que todas merecen alguna mención: la preciosa balada “This Song Has No Title” apoyada sólo en pianos y teclados más su voz (¿para qué más?); la curiosa “Grey Seal”, que es una de las favoritas del mismo Elton John; el experimento de reggae de “Jamaica Jerk Off” que es la que menos me gusta del disco pero que queda en simpática y anecdótica como recuerdo del intento frustrado de grabar el disco en Jamaica; la atmosférica balada “I’ve Seen That Movie Too”, que tiene una ambientación que le da un tono muy especial (y que en estos momentos es la que más me tiene enganchado del disco); la nostálgica e irónica “Sweet Painted Lady” y “The Ballad Of Danny Bailey” con unos maravillosos arreglos orquestales.
Tras este tema llega la parte rockera del disco que se inicia con “Dirty Little Girl”, con su ritmo lento marcado por el piano y la guitarra; a ésta le sigue una de las grandes joyas escondidas del disco, la inconmesurable “All The Girls Love Alice”, canción rockera y muy bailable en la que Elton se queda con nosotros al detener el tema de repente para cantar el precioso estribillo casi a cappella y luego retomarla de nuevo, genial; en “Your Sister Can't Twist (But She Can Rock & Roll)” Elton y su banda ya le dan directamente al acelerador creando un tema muy simpático y pegadizo con unos juegos vocales memorables e imposibles de olvidar y finalmente con la guitarrera “Saturday Night's Alright for Fighting” Elton se desboca y descubrimos qué olvidada está la gran banda que había detrás de el cantante-pianista miope.

Y como colofón final, para mí el momento más emotivo del disco: la tristísima “Roy Rogers” por cuya letra siento debilidad (Roy Rogers era el protagonista de una serie de televisión de vaqueros que acabó siendo olvidada), seguida por el paréntesis cachondo de la irresistible “Social Disease” (excelente combinación bajo-piano, y jamás pensé que diría esta frase) para acabar el disco con otra de sus grandes baladas: “Harmony”, que es un punto final perfecto.

“Goodbye Yellow Brick Road”, uno de los más grandes discos de la historia para el que escribe, es una de esas obras maestras a las que pese a lo largas que son, pese a que tengan algun momento que no te agrade tanto como el resto, no le quitarías nada. Porque lo que representa globalmente está por encima de eso: un grandísimo artista dando rienda suelta a todo su potencial. Nosotros, como humildes oyentes, no podemos hacer más que escucharle y disfrutar de su música.

viernes, 23 de noviembre de 2007

TEN YEARS AFTER - Cricklewood green (1970)



Siempre es un placer escribir sobre Ten Years After porque son grandísimos. Aún mayor placer escribir sobre un disco que muy probablemente hubiera acabado reseñando Travis, porque soy una mala persona. Así, rápidamente hablando, Ten Years After son un grupo de blues rock capitaneado por Alvin Lee a la guitarra y voz que tuvo su momento de gloria al aparecer en la película de Woodstock tocando su gran tema "I'm going home". Este es su cuarto disco de estudio. Alvin Lee es genial en sus dos facetas en la banda. Leo Lyons es un excelente bajista, Ric Lee (no familia de Alvin) es un excelente batería, y Chick Curchill, en segundo plano, es muy buen teclista. Ya está. Hablemos del disco.

Su anterior disco, "Ssssh.", igualmente excelente, tenía un sonido a blues endurecido más clásico, mientras que este disco suena rockero, mucho más metido en los setenta. Mantiene la esencia blues, pero los horizontes musicales del grupo parecen expandirse. Así tenemos una balada, un tema de blues acústico, hard rock, jazz... una mezcla que pasada por el filtro de Lee y los suyos es imposible que falle. La razón por la que este disco no suele ser nombrado entre los grandes esenciales del rock clásico, es algo que no entiendo, y es que a pesar de tener una famosísima canción que seguro habrás oído alguna vez, debería ser una obra bastante más conocida y valorada. Dicha famosa canción es "Love like a man", un pelotazo de hard blues que tiene todos los ingredientes para ser un clásico. Empezando por el sensual riff principal, de los mejores y más míticos de la historia, seguido por la parte de los solos y por cualquier cosa que haya en el tema. La voz de Alvin es perfecta para un tema así, pues suena todo lo chulesca y arrogante (y rockera, por descontado) que se puede ser.

"Love like a man" es suficiente para justificar la existencia y compra del disco, pero por suerte no destaca tanto entre el resto. Mismamente "50000 miles beneath my brain", en su simple estructura de tema que empieza tranquilito y deriva en una sangrienta jam bluesera, es igual de bueno. Tenemos temas más cortos y comerciales, como "Sugar the road" que inicia el disco y aunque es el menos bueno del disco, es muy buena y tiene un acompañamiento de órgano Hammond de lo más cool, y "Working on the road", cuyo estribillo es sublime.

Ya en una onda algo distinta, podemos encontrar "Year 3,000 blues", el anteriormente mencionado blues acústico, con un sonido mucho más clásico, siendo un claro homenaje a esos negros del Mississippi que cantaban sobre amores perdidos, que muchos rockeros se permiten ignorar y ningunear pero que sin ellos un grupo como Ten Years After no sería posible. "Me & my baby" está cantada como un blues, pero instrumental tiene mucho de jazz. No hay más que oír ese fantástico solo de piano, el mejor momento de Churchill en este disco. "Circles" es la balada del disco. Está mejor conseguida y tiene mejor melodía que "If you should love", la balada de "Ssssh." aunque es menos intensa. En cambio, el aire intimista de este tema la hace más delicada y emotiva. Y acabo con la última del disco pero no por ello peor, "As the sun still burns away", una canción lenta y oscura, que suena a Ten Years After pero podría haber sido perfectamente compuesta por Black Sabbath.

Pese a que es una frase ya muy tópica, Ten Years After merecen ser revindicados. Si no te gusta este disco eres una mala persona.

jueves, 15 de noviembre de 2007

BAD COMPANY - Bad Company (1974)



Ser rockero joven en un país donde la cultura rock deja que desear lleva a uno a buscarse la vida. Así, mientras en otros países quizá este disco me sería familiar, al menos de oídas, desde hace tiempo, el tiempo me lo reservo como una pequeña joya por descubrir. Más concretamente no me interesé por Bad Company hasta que se anunció que Paul Rodgers iba a hacer una gira con Queen como cantante, y como fan de Queen me vi obligado a comprar si ese tipo iba a estar a la altura. Al final no pude ir a verles, pero al menos descubrí este disco.

Bad Company surge de la unión de Paul Rodgers y el batería Simon Kirke, ambos de Free, junto con Mick Ralphs de Mott The Hoople a la guitarra y el difunto Boz Burrell, que venía de King Crimson como bajista. Este supergrupo parece tenerlas muy claras desde el principio: rock duro, con altísimo componente blues. Si a esto le sumamos lo competentes que eran los músicos, sus grupos precedentes y lo perfectamente adecuada que es la negrísima voz de Paul, dificil sería que la cosa fallara. Y no falla.

Con una canción como "Can't get enough" lo cierto es que sobran las palabras. No es la mejor del disco, pues este es uno de esos discos tan bien compensados que ningun tema destaca especialmente, pero sí es el más clarísimo single del disco. El riff está reciclado de un viejo tema de Mott The Hoople, "One of the boys" pero... ¿a quién le importa? Es una de esas canciones que, simplemente, tenían que existir tal y como son y que ese riff ya se hubiera escrito antes no debería ser un problema. No es el único recuerdo de Mott The Hoople que encontramos aquí, sino que tenemos también una versión en plan balada de aquel "Ready for love" aparecido en aquel "All the young dudes". Mucho mejor que la original, tiene mejor sonido y la voz de Paul parece nacida para cantar este tema.

La balada de aires soul "Don't let me down" es otro de los momentos cumbres del disco, gracias a una perfecta utilización de coros femeninos que complementan a la voz de Paul, que suena más emotiva que nunca. Y podría seguir, destacando la energía de "Rock steady", la stoniana "Movin' on" y deshacerme en reiterativos elogios. Porque soy incapaz de encontrar un punto malo al disco. El sonido es homogéneo, pero aún así es notable la variedad de un tema a otro. No hay lugar para lo genérico ni lo gris, cada melodía, cada riff tiene identidad propia y cada nota que canta Paul suena con una convicción apabullante. Por no hablar de la canción que da nombre al disco y al grupo. En sus estrofas consigue una brutal atmósfera oscura, por momentos casi psicodélica, y cuando llega el estribillo, es posiblemente el mejor momento del disco, todo un himno y una declaración de intenciones. Sí, alcanza a que la destaque como mejor tema del disco. Otra que sí me gustaría destacar es la última canción, "Seagull". Desentona totalmente con el resto del disco por tratarse de una balada acústica muy simple. La voz de Paul es la que lo llena todo, y suena maravillosamente etérea, incluso espiritual y la melodía en general es tan redonda que no me importaría si todo el disco fuera así.

"Bad Company"
es un disco sublime de principio a fin. Todo un manual de como rockear con clase, de como sonar contundente y de como impregnar de feeling hasta la última nota. Imprescindible.

domingo, 11 de noviembre de 2007

LOU REED - Berlin (1973)


A Lou Reed desde luego no le iba lo fácil. En 1972 con “Transformer” consiguió su primer gran éxito popular tras fracasar comercialmente tanto con su anterior banda, The Velvet Underground, como con un debut en solitario que no colmó las expectativas depositadas en él. Con la ayuda de Bowie, consiguió por fin abrazar el éxito masivo con una de sus mejores discos y ayudado por un single que se convirtió en un clásico desde el día en que vió la luz, “Walk On The Wild Side”.
Y sin embargo, pese a lo que le costó llegar tan alto, lo primero que quiso grabar tras ser un artista conocido fue un disco doble sobre las desgracias de una decadente prostituta berlinesa. La discográfica se dió cuenta entonces de con qué clase de pirado estaban tratando, y tras intentar disuadirle en vano se tuvieron que conformar con haberle convencido de que al menos no fuera un disco doble. Fue inútil, “Berlin” fue un rotundo fracaso comercial de todas maneras. En la edad de oro del glam-rock a nadie le importaban las vivencias de una prostituta que se acaba suicidando.

Y es que “Berlin” es uno de los discos más terribles y angustiosos de la historia del rock. Siendo fiel al estilo que ha seguido siempre como letrista, Lou no utiliza la historia de Caroline para concienciar o criticar, simplemente escupe retazos de realidad de la forma más cruda y fría posible. En ningún momento redime a los personajes ni tiene compasión por ellos: ella es una prostituta que está condenada desde el inicio del disco; Jim, su chico, no sólo la maltrata sino que al final, cuando Caroline ya se ha suicidado y la recuerda con nostalgia mirando fotos suyas, aún tiene la sinceridad de decir que de todos modos cualquier otro le habría roto los brazos. Jim y Caroline son fragmentos de una realidad que Lou Reed no tiene ninguna intención de adornar o suavizar.

En lo que respecta a la música, “Berlin” también fue un disco bastante rupturista respecto a su anterior obra y de hecho es difícil definir a qué suena exactamente. Primero de todo cabe hacer justicia a la gente de la que se rodeó Lou: una impecable banda que luego le acompañaría en la posterior gira (reflejada en el famoso “Rock ‘N’ Roll Animal”) y con la participación especial de Jack Bruce al bajo y Steve Winwood al órgano. Además el productor es nada más y nada menos que el gran Bob Ezrin, que hizo aquí uno de sus mejores trabajos (sobre todo en lo que respecta al uso de numerosos instrumentos de viento y violines en la mayoría de canciones).

El disco tiene un inicio que siempre me ha encantado: una extraña voz distorsionada, voces de alegría cantando el “Cumpleaños Feliz” que se desvanece y un omnipresente piano que esboza una triste melodía que poco a poco cobra protagonismo hasta dar inicio al tema homónimo del disco, uno de los pocos momentos de intimidad que se nos ofrecerá con Lou cantando solo acompañado por el piano y un ambiente silencioso.
Cada canción, cada pincelada de la historia, sigue un estilo distinto a la anterior (aunque tengan rasgos en común): “Lady Day” tiene cierto toque dramático con ese maravilloso estribillo; “Men Of Good Fortune” nos devuelve a la intimidad del tema inicial con el piano; “Caroline Says I” es lo más parecido a un momento alegre que encontraremos, excelentemente acompañada de violines y flautas; “How Do You Think It Feels” destaca por sus marcadas trompetas y un maravilloso solo de guitarra; “Oh Jim” tiene dos partes bien diferenciadas, la primera tiene como protagonista las trompetas y una poderosa batería remarcando el ritmo y la segunda es un momento acústico en que Caroline pregunta a Jim por qué la maltrata de esta manera.
En la segunda cara del disco ya prácticamente no hay instrumentos de viento y el dramatismo se acrecenta para dar paso al desenlace de la historia que se nos ha presentado en la primera cara. Empieza con mi favorita, la preciosa y tristísima balada “Caroline Says II”, con una letra que siempre me ha parecido brutal (Caroline says - as she gets up from the floor/You can hit me all you want to, but I don't love you anymore/ Caroline says - while biting her lip/Life is meant to be more than this - and this is a bum trip). Sin embargo el momento más terrible del disco llega con “The Kids” (censurada en España durante el Franquismo) un deprimente tema acústico en que Lou narra como le quitan a Caroline sus hijos por ser una prostituta. Los minutos finales en que se oye a varios niños llamando entre gritos y lloros a su madre es uno de los momentos más duros que nunca he oído en un disco (dice una falsa y morbosa leyenda que para grabarlo Bob Ezrin dijo a sus hijos que su madre había muerto y a continuación les grabó mientras lloraban).
Sin motivos ya para vivir, Caroline opta por suicidarse en el mismo lugar donde se gana la vida, en su cama. En “The Bed” Lou nos narra con una absoluta frialdad como la desgraciada prostituta se corta las venas acompañado de una atmósfera escalofriante que se adueña del tema. Como colofón final, “Sad Song” son las reflexiones de Jim recordando a la difunta Caroline. Es un tema mucho menos deprimente que los anteriores que refleja cierta esperanza ambigua para cerrar el disco.

La grabación de “Berlin” debió ser algo digno de ver, según Lou “nos matamos psicológicamente en ese disco, nos metimos tanto que fue difícil salir de él”. Y, como suponía la discográfica, el público no estaba preparado por entonces para una obra tan dura y extraña y tanto crítica como público le dieron la espalda. Por suerte el tiempo le ha dado la razón y seguramente no sea el único que a día de hoy lo considera uno de los mejores discos de la historia. No sólo eso, sino que muy probablemente ésta sea además la obra favorita del propio Lou Reed de entre toda su discografía.



ABBA - The album (1977)



Sí, en serio. ABBA molan. Bien, olvidemos que salieron de Eurovision. Olvidemos que no son una banda completa y que dependen de músicos de sesión para la base rítmica cual si de los Backstreet Boys se tratasen. Olvidemos que sacaban sus singles muchas veces en castellano como si de Laura Pausini se tratasen. Olvidemos la cantidad de tonadillas que llevamos escuchando en todos los medios desde que tenemos uso de razón, hasta el punto de que ya somos incapaces de juzgarlas con un mínimo de criterio. Olvidemos todo eso y centrémonos en este disco. Imaginemos que alguien nos presta este "The album", y es de un grupo del que no hemos oído hablar nunca. Lo ponemos y ¿qué encontramos? Simplemente un disco de pop, con melodías de primera y muy buenas armonías vocales, impegable producción, muy variado y con arreglos inteligentes. Francamente, yo no podría decir que no a algo así.

Para acabar de disipar las dudas sobre si ABBA, al menos en este disco, son un grupo ordinario, basta con poner el disco y escuchar el primer tema, "Eagle". Ah, nada que ver con singles facilones (que por otro lado también me parecen muy buenos) como "Waterloo" o "Mamma mia". Que va. "Eagle" es una canción más cercana al progresivo medieval de grupos como Renaissance que a la música disco a la que se suele relacionar ABBA. Vale, sí, sigue habiendo un trecho, pero esa melodía mística y solemne, ese ritmo casi ritual, esos extraños sonidos de guitarra... oyendo las canciones más famosas es imposible imaginarles haciendo algo así. Y, ¿sabéis qué? La canción es totalmente maravillosa. Pero mejor aún me parece el single "Take a chance on me". Aquí no hay nada de lo anterior, es simplemente un tema comercial de esos que tan bien se les daban a estos cuatro suecos. Pero que bien. Seguimos con "One man one woman", una balada que quizá podría encajar en el perfil de balada cursi ochentera, pero que afortunadamente tiene una producción y una interpretación más acorde a los setenta y no le cuesta nada revelar su verdadero valor. Su hermosa melodía está fantásticamente acompañada por buenísimos coros, pianos, guitarras acústicas y demás sonidos que simplemente no pueden desagradar y el conjunto de todo acaba por, inevitablemente, conmover. "The name of the game" es algo peor porque tiene un riff y unas estrofas bastante tontas, pese a que el estribillo remonta el vuelo de manera espectacular.

Pasemos a la cara B. La balada folk "Move on" está en la línea de otros temas clásicos como "Fernando" y posiblemente supera a dicho tema, aunque carezca de su terrorífico gancho comercial. "Hole in your soul" es simplmente rock and roll a lo ABBA. Rápido, alegre y contundente, con cierto aire glam. Después de eso viene algo llamado "The Girl With The Golden Hair - 3 scenes from a mini-musical". La primera es la famosa "Thank you for the music". Se le puede acusar de utilizar todos los recursos fáciles habidos y por haber para trascender, emocionar a la gente y reventar las listas de ventas, sí. Pero es que para disfrutar ese disco como se merece hay que saber tragar con estas cosas y francamente... ¿cuánta gente podría hacer un tema de estas características mejor que este? Nada, que es una obra maestra de la música comercial. "I wonder (Departure)" es una balada a piano que es buena, pero más allá de algunos versos realmente memorables ("I wonder... it's frightening...") no ofrece gran cosa. "I'm a marionette" concluye el mini-musical y el disco de una manera que jamás podría haber imaginado. Digamos que el tema está interpretado "a lo ABBA", sin demasiadas estridencias, con los típicos teclados que hay en este disco, etc etc. Pero la composición es algo dramático y épico, tal que la canción podría pasar por una versión de algún grupo de heavy metal. Más concretamente, si me encontrara algún día con algún componente de Savatage, le diría que por favor, graben una versión de este tema. Parece que se haya compuesto para eso.

Me encanta descubrir a la gente grandes obras infravaloradas, o discos poco conocidos que merecen ser oídos por cuanta más gente mejor. Pero también está bien, de vez en cuando, revindicar artistas famosos que mucha gente automáticamente descarta. Quizá no conozcas Tapiman y también quizá conozcas a ABBA de toda la vida y nunca te hayas parado a escuchar atentamente este disco. En ambos casos te estarías perdiendo un gran disco.

Por cierto... sin palabras con respecto a la versión en castellano de "Thank you for the music". No creo que hubiera manera más forzada de adaptar la letra... tampoco es que fuera una letra facil de adaptar... un momento, ¿quién les obligaba?


domingo, 4 de noviembre de 2007

SUI GENERIS - Confesiones de invierno (1973)



Si bien Charly García en Argentina y otros países del Cono Sur es poco menos que un Dios, aquí en España no es nadie, así que hagamos un breve repaso a su figura. Es uno de los músicos más vendedores y respetados en aquel país, tanto por su carrera en solitario como por los grupos en los que ha participado, principalmente Serú Girán, el grupo más exitoso de la historia de Argentina. Canta, y su instrumento es el teclado, tanto el piano como los sintetizadores. Durante la época de los setenta se interesó por el rock progresivo, principalmente con el grupo La Máquina De Hacer Pájaros. Bien, Sui Generis se funda en 1969 como un grupo de rock que contenía entre otros a Charly García como teclista y Nito Mestre como flautista. Cuando llegó el momento de dar su primer concierto, sólo ellos dos se presentaron, y a pesar de los nervios, decidieron echarle valor y actuar los dos solos, tocando Charly la guitarra. El concierto tuvo buena respuesta del público y Sui Generis deciden continuar como dúo. En 1972 debutan con "Vida", con Mestre ya en el papel de guitarrista, cantante principal y flautista y García como compositor de todas las canciones. Es un disco de simpáticas canciones folk, sencillo, con letras que van desde la crítica social al amor, pasando por todo tipo de reflexiones personales. Si bien tiene sus carencias, es un disco que deja ver en cada segundo el entusiasmo de grupo nuevo, y suena tan sincero y apasionado que consigue, inevitablemente, empatizar con los oyentes. Un gran disco, ciertamente. Ese disco los convirtió en estrellas en Argentina, y sus canciones se convirtieron en himnos de la juventud de la época.

En 1973 llegaría su segundo disco, "Confesiones de invierno", una evolución coherente y lógica de lo que venían haciendo. Es claramente el mismo grupo haciendo el mismo tipo de canciones, pero algunos temas se alejan un poco de los patrones rematadamente simples del primer disco. Además, el sonido es mejor y en algunos temas se hace uso de distintos arreglos, tales como metales. Se podría decir que maduraron muy rápidamente en sólo un año. La hímnica balada "Cuando ya me empiece a quedar solo", que abre el disco, ilustra perfectamente a lo que me refiero. Uniendo dos o tres melodías, metiendo algún cambio de ritmo, consiguen aparentar se algo más que dos adolescentes cantando junto a una hoguera, pero mantienen la esencia que hacía de "Vida" el disco encantador que era. De lo mejor del disco. Podemos encontrar también cosas como "Un hada, un ciste", en una línea con toques jazz, anticipando levemente el futuro progresivo de García, o la balada épica "Tribulaciones, lamento y ocaso de un tonto rey imaginario, o no", que cierra el disco, bastante más solemne y pretenciosa que lo mostrado hasta el momento por el grupo. Dos muy buenos temas pero que aún así no considero entre lo mejor del disco.

Lo mejor está, junto con el primer tema, con los momentos que más me recuerdan a esa azucarado inocencia de "Vida". Como "Bienvenidos al tren", alegre e insultantemente simple, pero muy efectiva. O "Lunes otra vez", un intento de combatir la melancolía del aburrido y gris día a día, cantándole con vitalidad y optimismo, a ritmo de blues acústico. "Rasguña las piedras" por su parte me parece una clarísima reescritura de "Canción para mi muerte", el gran éxito de "Vida", sustituyendo la humildad de dicho tema por unos poderosos arreglos de viento metal. Es una canción excelente, y además muy significativa, siendo un evidente canto hacia la libertad en tiempos donde el futuro era incierto y la vida inestable. No sería la última vez que García mostrara rebeldía ante el sistema, pues el siguiente disco de Sui sería un escupitajo a la cara a la represión que se vivía en aquellos años. También están dos temas por los que siento verdadera debilidad. La canción que da título al disco, bastante dylaniana, es algo muy simple, una sencillísima linea de guitarra sobre la que García entona tímidamente una desgarradora letra, una historia amarga de un pobre desgraciado que simplemente no supo afrontar la vida. La otra es "Aprendizaje", la canción que más claramente encaja en su anterior obra, por su letra, por su melodía, por ser una canción algo melancólica, pero optimisma, una canción que mira al futuro con esperanzas. Me dejo la pequeña rareza "Mr. Jones (o pequeña semblanza de una familia tipo americana)", una canción rockera que desgraciadamente dura muy poco y con una letra hilarante.

Siendo franco, no hay que acercarse a este disco buscando grandiosas melodías, sofisticados arreglos o interpretaciones vocales inolvidables. Incluso si acotamos el terreno al de la canción de autor, hay cosas mucho más competentes. Lo que puede suceder es que simplemente, conectes con este disco. Entonces te llegará muy dentro, sus canciones te acompañarán. Lo que en otros discos pueden parecer defectos aquí te pareceran virtudes y sentiras que, irremediablemente, este disco ha pasado a ser una pequeña parte de ti. Quizá pueda parecer que entonces estamos ante una extraña filia mía, y que no debería molestarme en recomendarlo, pero entonces no hay más que ver que otros miles de personas han caído en su hechizo... pues supongo que algro tendrá.

sábado, 3 de noviembre de 2007

TODD RUNDGREN - Runt. The Ballad Of Todd Rundgren (1971)


Éste es uno de mis discos favoritos de todos los tiempos. Quizás sea una manera un poco directa de empezar pero quiero ser sincero, estoy enamorado de este disco y me ha acompañado durante muchísimos momentos en los que me aferré fuertemente a él. También creo que es un disco muy especial, de ésos que desprende un aura mágica, pero en todo caso lo adoro.

Todd Rundgren es un tipo que no debería necesitar presentación, el típico artista inquieto que se atreve a experimentar con todo y que va siempre a su aire haciendo lo que le da la gana y divirtiéndose poniéndoselo difícil a sus fans. Un genio con una creatividad apabullante de ésos que tan pronto grababa un disco donde tocaba todos los instrumentos como se sacaba de la manga una banda con la que probar nuevas ideas y que además en su tiempo libre se dedicaba a producir discos a otros grupos (sus habilidades como productor eran bien conocidas). Este disco aún no forma parte de la etapa más transgresora e inquieta de su carrera, es uno de sus primeros discos en solitario (tras dejar su banda The Nazz) en los cuales demostraba una enorme destreza como compositor y cantante de pop-rock (dicho sea de paso, en este disco me parece que se luce especialmente como cantante aunque no sea algo que se suela mencionar mucho del bueno de Todd). No sería hasta su siguiente disco, el doble “Something/Anything?”, cuando conseguiría un notable éxito comercial además de atreverse a avanzar unos pasos más allá de donde había llegado con sus primeras obras (entre otras cosas en esa obra él toca absolutamente todos los instrumentos en tres cuartas partes del disco y juguetea con más libertad con las posibilidades del estudio). Sin embargo ya dedicaremos otra ocasión para retomar esa fabulosa obra maestra.

Volviendo a lo que nos atañe, “Runt. The Ballad of Todd Rundgren” no es uno de los discos más conocidos o representativos de Todd Rundgren (como el mencionado anteriormente), es una de esas joyas que están escondidas dentro de las largas discografías y que le hacen a uno darse cuenta de cuantos grandes discazos ocultos debe haber por descubrir en este mundo del rock. Y como anticipa su título, éste es un disco intimista que contiene casi en su totalidad baladas y medios tiempos, con lo cual ya están advertidos si no les va este tipo de música, aunque en mi opinión es uno de los discos más bellos que he podido oír, una preciosidad que para mí desprende una especie de ambiente intimista que te invita a acogerte en los brazos del mago Rundgren y dejarte llevar por su música.

Desde temas más optimistas y vitalistas como el inicial “Long Flowing Robe” (a mí ya me tiene ganado con un comienzo así) o “Chain Letter” (mi favorita del disco y del señor Rundgren en general, la leve progresión que hace en sus cinco minutos y la forma como canta son una delicia), a temas mucho más tranquilos y atmosféricos como “Ballad (Denny And Jean)”, “Wailing Wall” o “Boat On The Charles” (en los cuales prácticamente se basa solo en su voz y el piano como acompañamiento), el disco es una magistral demostración de la madurez de Rundgren (ya a estas alturas de su carrera) como compositor, capaz de sacarse de la manga temas tan redondos y de darle a cada uno el tratamiento que necesita (aunque parezca un disco sencillo está lleno de pequeños detalles que se descubren tras varias escuchas).

No es un disco clave en la historia del rock, ni siquiera dentro de la discografía de Rundgren, ni tampoco una obra que te descubra nada nuevo. Es simplemente un disco con el que disfrutar y emocionarte, porque la sensibilidad y belleza que desprende es apabullante. Y a veces eso es justo lo que uno necesita, independientemente de lo que signifique para la historia necesitas oír un disco que toque ciertas fibras sensibles a las que muy pocos llegan. Éste lo consiguió conmigo.

jueves, 1 de noviembre de 2007

ALICE COOPER - Welcome to my nightmare (1975)



Que Alice Cooper fue uno de los mejores grupos de rock americano de la primera mitad de los setenta es algo innegable. Que su disolución fue una gran pérdida es innegable también, principalmente porque tras dos extraños y olvidados primeros discos, llevaban una racha de cinco discos enormes. Pero bueno, pasó lo que pasó, y tras un buenísimo "Muscle of love" en 1973, el grupo se desbandó. Entonces Vincent Fournier, que ya usaba el pseudónimo de Alice Cooper por aquel entonces, a pesar de que a nivel musical no era un miembro más que el grupo, protagonizó una de las estrategias comerciales más extrañas y por otro lado rastreras de la historia del rock. Se cambió su nombre legalmente por el de Alice Cooper para poder continuar sacando discos con ese nombre... a fin de cuentas, Alice Cooper es un nombre de persona totalmente normal (pese a ser femenino) y todo el mundo tiene derecho a publicar obras bajo su nombre así que... ¿quién se lo podía impedir?

No tardó Cooper en reaparecer con "Welcome to my nightmare", su primer disco en solitario. Para ello se rodeó de grandes músicos, siendo los más destacados el grandioso bajista Tony Levin, el productor y teclista Bob Ezrin, con quien ya había colaborado en su etapa grupal y el magnífico guitarrista Dick Wagner, que entre otras cosas había grabado algunas grandes obras con Lou Reed, y que se convertiría en la mano derecha de Cooper durante unos cuantos albumes, coescribiendo muchas grandes canciones, y volviendo para el disco "DaDa" de 1983, uno de los mejores discos de Alice. Musicalmente sigue más o menos la estela de la música que llevaba esos años haciendo. Sonido rockero muy clásico, con alguna melodía más pop, otros toques sinfónicos, teatralidad, mezcla de temas divertidos con otros más tétricos... quizá el sonido del disco es en general algo más ocuro que en anteriores entregas, pero en general no presenta grandes diferencias.

Quizá la inicial "Welcome to my nightmare" sea el sello de identidad de la carrera solista de Cooper, al menos durante el periodo 75-83. La melodía es pegadiza y bastante sencilla, pero la canción no es un claro single, sino que está construída como un mediotiempo óscuro que empieza con unas inquietantes guitarras acústicas y acaba como algo muy recargado, lleno de solos de guitarra e instrumentos de viento. Es un impresionante comiezo, que puede no resultar muy espectacular al principio, pero que resulta siendo muy adictiva. "Devil's food" es un tema más hardrockero, que supone el único bajón del disco. La razón es que empieza muy bien, con un gran y una mejor parte cantada, pero más de la mitad del tema está ocupada por un monólogo del actor Vincent Price. No es que quede algo horrible, pero sí llega a arruinar el potencial del tema, que no era poco. La poderosa "The black widow", con ese riff en el que seguramente Iron Maiden se inspiraron para el tema "Powerslave", es mucho mejor, y muestra un perfecto equilibro entre la faceta teatral y oscura del disco y su lado más rockero. "Some folks" es un tema muy olvidado. Parece sacado de algún musical de Broadway, y es ciertamente divertido, pero no acaba de encajar como uno de los temas oscuros del disco ni como uno de los grandes himnos del mismo. Ciertamente no deja de ser una gran canción, y pese a lo que digo tampoco desentona en el disco, pero siempre me ha dado la sensación de no ser un tema muy aclamado.

El single "Only woman bleed" es la balada clásica de Alice Cooper por excelencia (y si crees que es "Only my heart talkin'" te prohibo seguir leyendo este blog, degenerado). Es siniestra y muy acorde al sonido del disco, pero por otro lado es hermosa e intimista, mostrándonos una faceta de este cantante que apenas conocíamos, y que a partir de ese disco sacaría algo más de partido. El otro single, "Department of youth", es un glam rock a la vieja usanza. Riff sencillote y pegadizo, coros de niños, estribillo de los de estadio cantando... Menos famosa pero no peor es "Cold Ethyl", que directamente es un tema de rock duro, potente y facilón, ya sin el toque pop del anterior, más energético e igualmente fiestero. Con "Years ago" se inicia la parte más siniestra del álbum y quizá de la carrera de Coop. Es una buena introducción a posiblemente el mejor tema del disco, "Steven", una canción realmente infernal, construída sobre un insistente riff de piano y con una histriónica interpretación vocal que recuerda a la que hizo en "Ballad of Dwight Fry" del mítico "Love it to death". No es de extrañar que junto a algunos temas más, interprete estos temas en las últimas giras casi unidos, como si de una miniobra teatral se tratara. La posterior "The awakening" es algo intrascendente tras esta obra maestra, pero la atmósfera siniestra es la mejor conseguida de todo el disco y la forma de cantar es totalmente inquietante. Magistralmente el disco da un giro de 180º hacia el último tema, "Escape", un tema rockero muy sencillo, de esos de riffs de tres acordes, sonido directo y estribillo de esos repetitivos y que tanto se pegan. Este último tema siempre estuvo entre mis favoritos del disco, y es que pese a todos sus desvaríos, sus pretensiones y sus extraños temas, Alice Cooper es, ante todo, un rockero, y temas como este se le dan de miedo.

"Welcome to my nightmare" es una obra maestra, lo mejor que ha grabado Alice en solitario y perfectamente equiparable a discos como "Killer" o "Love it to death". Y la portada mola.


domingo, 28 de octubre de 2007

TAPIMAN - Tapiman (1972)



Una estrella fugaz es algo indudablemente bello. Es algo que puede pasar desapercibido para muchos, qué sólo podrán disfrutar aquellos que se encuentren mirando al lugar adecuado en el momento preciso, puesto que además dura poco, dejando después un leve sentimiento de privilegio por haber podido contemplar algo así. Si nos ceñimos a esta terrible descripción, podria decirse que Tapiman fueron una estrella fugaz. Duraron poco y vendieron menos, pero deleitaron a todo aquel que se cruzó en su camino.

Pero... ¿quiénes fueron Tapiman? Fue un grupo fundado en Barcelona a principios de los 70 por el ex-Máquina! José M. Vilaseca apodado Tapi a la batería y Miguel Ángel Núñez (M.A.N.), ex-Vértice, a la guitarra. Al bajo se une el también ex-Vértice Pepe Fernández. Esta formación publica un single que contiene los temas "Hey you" y "Sugar stone", tras lo cual Núñez debe abandonar el grupo para hacer el servicio militar. De nuevo se acude a un ex-Vértice, Max Sunyer, que más adelante se haría popular con el grupo Iceberg, para que le sustituya. Tras un nuevo single, llegó por fin un LP, titulado al igual que el grupo.

"Tapiman" es simplemente un pelotazo de blues rock. La batería y el bajo están muy bien. Las voces de Fernández y Tapi son rudas y pronuncian el inglés muy mal, pero se llevan bien con el estilo musical, muy sucio y agresivo. Lo realmente importante es la guitarra de Sunyer. El sonido que le saca, su estilo al tocar, sus solos... aunque no hubiera un mísero riff decente o una buena melodía en todo el disco, valdría la pena escuchar el disco por oír tamaño trabajo de guitarra. Sonará exagerado, pero lo cuento entre los mejores de guitarra en un disco de blues rock. Por otra parte, no sólo de pirotecnia guitarrera se sustenta este disco, pues las composiciones son más que competentes, buenísimas en muchos casos. Otro punto a favor es que el disco es variado, sin salirse del estilo. Hay temas agresivos y directos apenas basados en un par de riffs, otros son instrumentales y atmosféricos, casi psicodélicos e incluso hay algún cambio de ritmo cercano al rock progresivo.

Hay una canción que destaco siempre que hablo de este disco, "Gosseberry Park". No desentona dentro del sonido del disco, pero aún así es un tema mucho más pop. Hay además un piano acompañando al tema de manera exquisita. El resultado es una canción muy elegante, pegadiza y radiable, que no traiciona la orientación blues del disco. La mejor canción del disco. Con permiso de "Don't ask why", que le sigue en el disco. Es un portentoso blues progresivo que nunca sabes como va a continuar, pero que no se torna excesivo ni indigerible. Aquí es donde mejor suena la guitarra, en concreto el final es apoteósico. Fue la primera canción que escuché de este disco, llegó a mí de manera absolutamente casual y enseguida supe que quería conseguir el disco entero. Algo por debajo están el resto de temas, pero igualmente todos son maravillosos. "Paris" es una preciosa instrumental muy melancólica acompañada por un órgano hammond (que instrumento tan maravilloso) donde la guitarra de Sunyer, literalmente y citando a George Harrison, gentilmente llora. Otra instrumental es "Moonbeam" cuya base rítmica me recuerda al rock andaluz de esa época. "Jenny" es la balada del disco, que en lugar de caer en la predecible cursilería, tiene una atmósfera oscura y psicodélica impresionante. Por último destacaré "Driving shadow (Pepe's song)", la canción más compleja y larga del disco, alternando entre partes brutales de poderoso hard rock, psicodelia, un solo de batería y los inevitables solos de guitarra marca de la casa. Una brutal canción de las que ya no se hacen.

Esos fueron los más destacables... podría destacar el resto también, pero ¿qué diría? Excelentes riffs, impresionantes solos, estrofas y estribillos con gancho, excelente base rítmica... nah, sería redundante. ¿Qué me estoy excediendo en elogios? Bueno, que cada cual piense lo que quiera. Yo a este disco no le encuentro ningún fallo. ¿Que podría tener mejor producción? Puede, pero está ya es muy digna y además, va muy bien con este estilo musical. ¿Que no es nada original? Bueno, no sé quién es capaz de pararse a pensar en eso ante semejante colección de temazos. ¿Que sería mejor con un cantante que tuviera las capacidades de Robert Plant y una pronunciación perfecta del inglés? Pues sí, para qué negarlo.

sábado, 27 de octubre de 2007

GRAND FUNK RAILROAD - E Pluribus Funk (1971)


¿No conocéis a Grand Funk? ¿Las letras descamisadas de Mark Farner? ¿El bajo quebrantahuesos de Mel Schacher? ¿La habilidad a la batería de Don Brewer?” (Homer Simpson)

En España seguramente Grand Funk no sean muy conocidos pero en Estados Unidos a principios de los 70 eran toda una institución que vendía millones de discos y llenaba estadios. Ellos eran una banda que se tomaban el rock como un estilo musical divertido, intenso y sudoroso (sobre todo muy sudoroso) y cuya mejor forma de expresión eran sus famosos directos. Supongo que alguien se preguntará entonces por qué dedico una reseña a un disco de estudio si donde mejor daban a conocer su potencial era sobre el escenario (y, más importante aún, por qué a “E Pluribus Funk” y no a cualquier otro de los que suelen ser más reconocidos como el famoso “We’re an American Band”). La respuesta es muy sencilla: es el único disco suyo que tengo por ahora, pero además es demasiado típico recurrir a criticar el disco mítico de un grupo y resulta más interesante prestar atención a discos supuestamente menores. Y digo “supuestamente” porque a mí “E Pluribus Funk” me parece una maravilla de disco, desconozco si es de los mejores o peores de la banda, sólo sé que a mí al menos me gusta mucho.

Lo que aquí encontraremos es a los Grand Funk haciendo honor a la idea que tiene uno de un power trio: tres excelentes músicos dejándose la piel en sus instrumentos compenetradísimos entre sí, no hay uno de los tres que se destaque especialmente por encima del resto, los Grand Funk son una maquinaria perfecta donde la música se deja fluir libremente. A excepción del último tema, el resto de temas del disco mantienen un sonido y estilo muy similares, de manera que escuchándolos seguidos uno casi podría pensar que está escuchando una mega-improvisación de casi media hora.
Aunque la clave son los potentísimos momentos instrumentales (al menos para mí), las melodías vocales no están para nada olvidadas y de hecho toman el protagonismo del tema que abre el disco, “Footstompin’ Music” con un pegadizo estribillo que te pone de buen humor y te mete en ambiente al instante. Uno de los mejores temas del disco es seguramente el que le sigue a continuación, “People Let’s Stop The War”, donde destaca especialmente la guitarra de Mark Farner pero sin llegar a eclipsar al resto. “Upsetter” mantiene el ritmo y el potencial pero ayudado con un pequeño solo de armónica que se agradece mucho. En “I Come Tumblin’” consiguen crear los mejores momentos instrumentales del disco con una batería imparable y continuos cambios de ritmo, una maravilla.
Los dos temas eléctricos que abren la cara B, “Save The Land” y “No Lies” no son tan adrenalíticos y directos como los que había en la primera mitad del disco y optan por un estilo más pesado (en el buen sentido) aunque sin perder el ritmo. Pero sin embargo la canción que cierra el disco rompe por completo con el resto, la balada “Loneliness”. La verdad es que es preciosa y el estribillo se hace muy emotivo, pero está tan pomposamente sobreproducida (sobre todo a partir de la segunda mitad) que se llega a hacer cargante y uno no puede evitar pensar como habría quedado sin tantos arreglos orquestales (de hecho el último minuto y medio... ¿qué carajo es eso?). Sin embargo yo me mantengo en que es un muy buen tema, el mejor del disco si no estuviera tan alargado y sobreproducido.

Con este disco se cerró la etapa de trío de Grand Funk Railroad para luego convertirse en un cuarteto con la incorporación de un teclista. Como cierre de esta etapa “E Pluribus Funk” es un excelente ejemplo de rock ‘n’ roll divertido, sudoroso y potente. Y ya sabéis, “si queréis más información sobre los Grand Funk, consultad en la biblioteca”.

viernes, 26 de octubre de 2007

FAUST - So far (1971)



Los alemanes Faust debutaron en 1970 con un extraño disco homónimo que parecía más un collage de sonidos y ruidos varios que funcionaba bastante bien. Pero como suele pasar con grupos así, suelen obtenerse mejores resultados cuando, en lugar de recrearse en su propia locura y experimentalidad, deciden poner esos factores al servicio de canciones inteligente estructuradas. Y así fue como surgió "So far", uno de los mejores discos de rock experimental de la historia.

Es un disco oscuro y hostil, pero con un extraño sentido del humor. Muy influenciado por The Velvet Underground principalmente, tanto en el sonido de algunos temas como en el afan de hacer algo creativo e innovador. Es un disco homogénero en sonido, pero al mismo tiempo muy variado, por lo que no se hace cansino para nada. Además es relativamente accesible, por lo que una persona que tenga más o menos algo de cultura en rock clásico no debería tener muchos problemas con el disco. Pero lo cierto es que es de esos discos en los que es más ilustrativo hablar de cada canción que tratar de describir el disco a rasgos generales, así que basta de preámbulos.

La pega que tiene el disco es que empieza tan bien que no puede mantener el nivel durante todo el disco. El principio con "It's a rainy day, sunshine girl" es una canción muy inspirada en "I'm waiting for my man" de la citada Velvet Undeground, sólo que más larga, más repetitiva, más enferma... y qué diantres, mejor. Perdónenme la herejía pero así la siento. La base ritmica es ni más ni menos que más de siete minutos de la misma batería ultrasimple que no hace ni un solo redoble. La letra es poco más que repetir el título una y otra vez. El bajo es lineal y monótono. Y es una joya. La clave está en que el ritmo realmente consigue atrapar, y la linea vocal es superpegadiza. Además aparece un riff de guitarra acústica y por ahí algún saxofón que no hacen nada espectacular pero... qué bien queda. Pocas veces en el rock se ha conseguido crear tanto con tan poco. "On the way to Abamae" es una breve pieza de menos de tres minutos de guitarra acústica muy bonita, que si bien a algunos parecerá relleno, para mí está entre las más grandes joyas del disco. La pieza principal es "No harm". De sus diez minutos, se divide en dos partes: los primeros tres se inician como una majestuosa pieza de rock sinfónico, lenta, solemne... algo totalmente atípico de la escena experimental alemana de aquellos tiempos. Entonces, cuando parece que nos hayamos ante una joya monumental que podría competir con canciones de Yes o Genesis, cambia totalmente de repente y se convierte en un feroz rock salvaje, de ritmo rápido y cargado de solos de guitarra, cual si de una jam de Jimi Hendrix se tratara. El sonido que le sacan a la guitarra es bizarrísimo, una distorsión brutal que directamente raspa los tímpanos como la lija. Y la letra... bueno, ya lo escucharéis. Ni que decir tiene que es lo mejor del disco.

"So far" por el contrario tiene una vena más psicodélica. De nuevo encontramos una base repetitiva, con un riff muy blues que no varía en seis minutos. El interés está en la gama de sonidos que desplegan alrededor, con guitarras y teclados. Buena, pero es que comparada con los portentos que la preceden, parece poca cosa. Después recuerdan el infernal debut con "Mamie is blue", una de las canciones más siniestras que he escuchado en mi vida. Lo cierto es que me suena bastnte mejor que gran parte de dicho disco, quizá por tener una base realmente sólida. No es que sea una gran joya, pero en un disco variado como este, se imponía la necesidad de mostrar esta faceta del grupo. De ahí al final la cosa ya varía, siendo ya casi directamente música pretendidamente humorística. Ahí tenemos el dúo "I've got my car and my TV" / "Picnic on a frozen river", que directamente suenan a musica infantil... eso sí, de primera. Las melodías son divertidísimas y el tono general es muy jovial. Más absurda son aún "Me lack space..." / "...in the spirit", que empiezan con una tanda de sonidos absurdos para convertirse en... ¡un tema de cabaret!. Y muy bueno, además. Sí, no es más que una inofensiva viñeta para cerrar el disco, pero suena tan bien que le dan ganas a uno que el resto del disco fuera así. Lo cierto es que este último segmento de disco sólo dura siete minutos, y para muchos será lo menos destacable del disco, pero yo lo encuentro irresistible.

Qué maravilla de disco. A medida que escribía esto lo escuchaba por primera vez en bastate tiempo y no dejaba de descubrir y redescubrir detalles grandiosos. Pues eso, de lo mejor que he escuchado en música vanguardista, experimentalo cualquier de esas etiquetas que a los snobs les gusta de usar casi indistintamente para legitimizar sus gustos. Y yo no es que sea un experto en la materia, pero unos cuantos discos sí que me he escuchado ya.

jueves, 25 de octubre de 2007

CAN - Ege bamyasi (1972)



Desde el mero hecho de ser un grupo alemán con cantante japonés, Can no es un grupo corriente. Fundados en Colonia en 1968, iniciaron su andaza discográfica con el estadounidense Malcolm Mooney a las voces. Este dejaría el grupo tras el debut, y entraría Damo Suzuki a la voz, quien acabaría acaparando gran parte del carisma de Can. Tras "Soundtracks", un disco de canciones que compusieron para bandas sonoras donde había temas cantados tanto por Mooney como por Suzuki, llegó "Tago Mago", el disco clásico de Can por excelencia. Sería una buena opción comentar alguno de esos dos discos, pero lo cierto es que me decanto por el siguiente, "Ege bamyasi". Quizá porque es el primero que escuché, o quizá porque es el que más tuve que trabajarme para poder apreciar y por eso le tengo más cariño... en fin, allá voy.

Tenemos a Holger Czukay al bajo y Michael Karoli a la guitarra, que no son más que un complemento, al sonido del grupo. Sí, están bien en su lugar, pero no hacen nada especialmente interesante, aunque los grooves de bajo de Czukay son irremediablemente molones. Tenemos a irmin Schmidt, teclista, que aporta al grupo algo más. Sus sonidos son a veces muy enigmáticos y ciertamente originales (creo que el mismo creaba sus propios sonidos de teclado). Parece que hablo con desdén de estos tres músicos, pero no, realmente contribuyen al sonido del grupo, y ninguna de sus partes es directamente prescindibles. Lo que pasa, en mi opinión, los protagonistas son otros: en primer lugar, obviamente tenemos a Damo Suzuki, una de mis voces favoritas. Su estilo suele ser alternar entre susurros y griterío histérico, rayando a veces lo ridículo e insoportable, y con su particular timbre va muy bien con la música. El otro es Jaki Liebezeit, batería. Sus ritmos, sus redobles, lo llenan todo. Es un músico muy creativo, muy habil, y además la mezcla del disco favorece notablemente la batería. Si en este disco hay algún miembro totalmente imprescindible, este es Liebezeit. Si tienes especial debilidad por la batería, este es tu disco, no busques más.

"Ege bamyasi" es un disco raro. Frío y cálido a partes iguales, extraña música que nos emociona de manera distinta a otra canciones que simplemente nos transmiten cosas como "amor", "alegría" o "tristeza". Música para entrar en trance e imaginar mundos irreales impregnados de la oscuridad y el pesimismo del mundo urbano actual. Un disco para mentes enfermas, para encerrarse dentro de uno mismo.

El principio del disco es ciertamente hostil: "Pinch" es una canción de 9 mínutos que no varía de ritmo ni parece pasar nada de interesante. Básicamente es escuchar a Liebezeit tocar a su ritmo durante todo el rato, mientras Suzuki susurra cosas ininteligibles. No está mal, pero me parece el tema menos interesante del disco. Hay buenos toques de guitarra y teclado, pero no destacaban mucho, por no hablar de que a veces se hacen inaudibles. Si te pones a escuchar el disco la primera vez y te das cuenta de que no estás familiarizado con cosas así, mejor sáltate la canción y céntrate en el resto del disco, a lo mejor después de escuchar "Pinch" entera no te queda cuerpo par aseguir adelante. Aún así uno puede llegar a disfrutarlo con el tiempo, tomándosela como una especie de macabra y enferma atmósfera. "Sing swan song" es bastante mejor, una especie de balada con melodía enfermiza que posee innegable belleza. Aquí la batería es menos protagonista, y no sabría decir cual de los otros tres instrumentos que acompañan a Damo contribuye más a la construcción del sonido del tema, puesto que es una especie de mezcla perfecta. "One more night" tiene un sonido más amable, dentro de la bizarrez de Can. Su sonido es bastante agradable, pareciéndome en ocasiones el tipo de música que uno esperaría escuchar en un programa de cocina (tonterías mías, no me hagáis caso).

"Vitamin C" la recuerdo como la única canción que me gustaba en las primeras escuchas. Tiene una melodía pegadiza en las estrofas y un riff de bajo que se complementa muy bien con la batería. Lo que realmente hace de este un gran tema es el estribillo, obsesivo y facilmente coreable. Y esa parte melódica de órgano. "Soup" es la pieza central del disco, y también la canción más extraña. Empieza como el típico mantra repetitivo y susurrante de Can, hasta que de repente la canción se pone a rockear, y Suzuki se deja la voz cantando "It's Monday while I write, and better ever laught alright..." (las letras de Can suelen no tener ningún sentido). El mejor momento del disco, para mí. Luego empieza a acelerarse el ritmo y se vuelve ruidosa, pero de alguna manera se las apañara para que no resulte un desastre. El final la última parte ya son ruidos extraños (muy bien logrados, eso sí) sobre los que Suzuki canta/recita de manera teatral con una voz idiota. De nuevo, y más incomprensiblemente aún, está genial. "Soup" me parece lo mejor del disco, aunque entiendo que pueda no ser compartido. Canción obligada si te gusta la música experimental. Para durar diez minutos no se me hace excesivamente larga, quizá porque en el fondo son dos canciones en una.

"I'm so green" es un tema cortito, con ritmo bailable, quizá lo más convencional de este disco. Aquí escuchamos un riff muy rockero, y la melodía que canta Suzuki es incluso comercial. Es un tema mucho más en la onda de "Soundtracks", y un justo y necesario respiro tras la monstruosidad que es "Soup". La última, "Spoon", fue un exitoso single en Alemania. Si bien ciertamente el tema tiene gancho, realmente es increíble pensar que hace unas décadas podía triunfar algo así junto con temás pop y rock más de toda la vida. Si es que nací demasiado tarde.

domingo, 21 de octubre de 2007

HEART - Dreamboat Annie (1976)



Bonita portada, ¿eh? Recien llegaba esta tarde a mi piso estudiantil en la capital zaragozana, me disponía a comentar cierto disco cuando descubrí... que me lo había dejado en Huesca y había traído sólo la caja. Presa del pánico, busqué otra obra que reseñar y esta me pareció una buena candidata. Heart son las hermanas Wilson. El resto del grupo, pues es lo de menos. Ellas son el carisma de Heart, ellas componen la música, y ellas son la pieza sin la cual Heart sería simplemente otra cosa. Ann Wilson canta, mientras que Nancy Wilson se encarga de las guitarras. Esta última, por cierto, fue la encargada de escribir los temas de la banda ficticia Stillwater aparecida en la película Casi Famosos.

"Dreamboat Annie" es el debut de Heart, y ya desde el primer disco su estilo da a entender que las hermanas tenían las cosas muy claras. Por un lado no deja de ser un rejunte de influencias variadas, pero no les falta maestría a la hora de amalgamar dichas influencias creando un sonido personal. Algo que en definitiva, haga que el disco tenga identidad. ¿A qué suena Heart pues? Por un lado tenemos a los grupos de hard rock de los setenta (Led Zeppelin me vienen a la cabeza, entre otros), pero al mismo tiempo dotan a su música de una sensibilidad muy pop, muy dulce, haciendo de esto algo mucho más inofensivo que la música de Page y Plant, pero al mismo tiempo no menos rockera y auténtica. Por si fuera poco, está claro que Ann y Nancy han escuchado a conciencia el folk de Joni Mitchell. Increíblemente, la mezcla funciona, y se desliza de manera natural por nuestros oídos, como si hubiera estado ahí toda la vida.

"Magic man" abre el disco a todo trapo, una canción rockera con riff rudimentario. Es cuando empieza a cantar cuando nos damos cuenta de que estamos ante algo especial. La melodía es misteriosa y al mismo tiempo muy pegadiza, y el estribillo remata el tema como se merece. No es de extrañar que fuera single, y que fuera todo un éxito. Lo que sí me extraña es que "Crazy on you", tercer corte del disco no fuera aún mayor éxito. Se inicia con una leve parte de guitarra folk, que incomprensiblemente deriva en un estallido de hard rock inaudito. El riff aquí no es nada rudimentario, es melódico y sofisticado, y suena tan natural que la primera vez que lo escuchas pareces descubrir que naciste con ese riff en el subconsciente y simplemente, no lo recordabas. La melodía vocal, el trabajo de guitarras, ese ritmo tan dinámico, el ESCALOFRIANTE GRITO "Craaaaaaazy on yooooooooou!" que emite Ann en los estribillos... son tantas cosas en menos de cinco minutos, tantas sensaciones... la mejor canción del disco, sin duda. Hay otros dos temas rockeros: "White lightning & wine" suena inevitablemente intrascendente comparada con las dos primeras, pero es ciertamente una cosa muy pegadiza y divertida. La que merece otra mención especial es "Sing child", la canción más dura del disco, gracias al riff que parece salido de la guitarra de Jimmy Page. Hay un solo de flauta a lo Jethro Tull, por parte de Ann, que sólo me hace preguntarme por qué no hay más partes así en el disco, y también un gran solo del guitarrista Roger Fisher.

Estas cuatro canciones fueron la parte rockera del disco. Intercaladas entre estas, de manera sabia y equilibrada, encontramos otras canciones, a mi juicio algo por debajo. "Soul of the sea" es un tema muy relajante, casi atmosférico, que en el momento adecuado puede ser altamente evocador y emotivo. Mucho mejor es "(Love me like music) I'll be your song", una canción que me recuerda muchísimo al disco "Tapestry" de Carole King, lo cual siempre es bueno. Una canción preciosa, con un estribillo que me pone los pelos de punta cada vez que la oígo. "How deep it goes" es otra balada, firmada esta vez sólo por Ann, donde de nuevo vuelve a usar la flauta, de manera más lírica que la anterior, y vaya, queda muy bien. Dejo deliveradamente para el final la canción que completa el grupo de temas tranquilos. Es la propia "Dreamboat Annie", que no aparece una sino tres veces en todo el disco. Es la segunda canción ("Dreamboat Annie (Fantasy child)"), dura poco más de un minuto y apenas es una viñetita acústica que nos deja ganas de más de esa portentosa melodía. Entonces descubrimos que también es la quinta canción. Y tiene un ritmo más dinámico, y hay bonitos coros acompañándo, y hasta un banjo... pero sólo dura dos minutos, sigue siendo muy poco. Y entonces vemos que el último tema se llama "Dreamboat Annie (Reprise)", y que dura casi cuatro minutos. Y la oímos, y aquí suena ya como una canción hecha y derecha, con piano, y melotrón, y Ann vuelve a sacar la flauta... y la melodía suena más hermosa que nunca... y acaba el disco. Maravilloso. Qué gran idea tuvieron al jugar así con el tema titular del disco, haciendo de su escucha algo más inolvidable.

"Dreamboat Annie" es un disco cuyo sonido se queda un poco en tierra de nadie. Puede que sea demasiado blando para los que busquen buen rock duro, y demasiado rockero para quien busque algo de buen pop. Sí crees que puedes lidiar con ambos estilos practicamente a la vez, es muy probable que este disco te atrape como me pasó a mí.

viernes, 19 de octubre de 2007

ELECTRIC LIGHT ORCHESTRA - ElDorado (1974)


La ELO es probablemente uno de los grupos que mejor ejemplifica cómo entendían muchos el rock en los 70. Su ambicioso líder Jeff Lyne, amante a partes iguales tanto de los Beatles como de Beethoven, tenía como meta crear la combinación perfecta entre pop-rock y música clásica. Para ello se sacó de la manga la Electric Light Orchestra, cuyo pomposo nombre ya da una idea de por donde iban los tiros: una banda de pop-rock que incluyera la presencia de los instrumentos de una orquesta tradicional de música clásica (especialmente instrumentos de cuerda como violines).
Esta obsesión con conseguir la combinación perfecta entre rock y música clásica tuvo uno de sus momentos cumbre en “ElDorado”. Como toda ambiciosa obra de los 70 que se precie, “ElDorado” es un disco conceptual; y, como ocurre con la mayoría de discos conceptuales, resulta dificilísimo explicar de qué rayos habla exactamente. Tampoco ayuda demasiado la portada, una clara referencia a la película “El Mago de Oz”, pero en realidad eso nos importa bien poco.
Lo grande, lo realmente enorme de este disco, no se encuentra ni en su cualidad de disco conceptual ni en sus pretensiones, sino en las canciones. Y es que cuando comienza a sonar la bellísima melodía de “Can’t Get Out Of My Head” Lynne nos conquista de inmediato. No es de extrañar que fuera uno de sus mayores éxitos y es que es todo un single en potencia, aunque resulta curioso que la primera canción del disco (sin contar la Overtura) sea al mismo tiempo una de las más simples, una de esas en que la melodía de por sí es tan bella que no le hacen falta demasiados adornos. De la tranquilidad de ese tema pasamos a despertarnos con una grandilocuente introducción orquestal que, sorpresivamente, deriva en una de las melodías más rockeras del disco para acabar convirtiéndose en un fabuloso medio tiempo llamado “Boy Blue”, también de lo más grande del disco. Si con esto no tuvieron suficiente, tienen la extraña “Laredo Tornado”, una composición inclasificable con un estribillo memorable (“Lareeeedo Tornaaaaado, adiiiios amiiiiigos” ¿?) que es tan bizarra que no puedo evitar que sea una de mis predilectas.
Tras el insuperable trío inicial, nos encontramos con un par de temas donde el protagonismo de los elementos orquestales se hace más evidente aún: “Poor Boy”, donde los violines se apoderan de la canción, y la preciosa “Mister Kingdom”, donde éstos le aportan un dramatismo que se me hace irresistible.
La verdad es que el único punto flojo que le veo al disco es “Illusions in G Major”, tema de irónico título puesto que es un rock ‘n’ roll puro y simple que no es que sea malo sino que rompe con el ambiente y contexto del disco, y más al estar situado entre la inquietante “Nobody’s Child” (magnífico piano y juegos de coros) y la joya de la corona: “Eldorado”. El tema homónimo es el momento cumbre del disco, uno de esos momentos especiales que cuesta tanto describir en palabras por su belleza y su pureza. Aquí los adornos orquestales están lejos de excesos, tan sólo acompañan a Lynne y el piano para enfatizar el dramatismo de la canción y la belleza del momento. Porque aquí el protagonista absoluto es única y exclusivamente Lynne, que se apodera por completo de la canción con una magistral interpretación vocal que cada vez que llega al estribillo me pone los pelos de punta.Si Jeff Lynne pretendía demostrar que era posible crear algo grande y hermoso mezclando dos estilos musicales supuestamente diferentes (casi contrarios), con “ElDorado” lo consiguió de sobras.

martes, 16 de octubre de 2007

GÒTIC - Escenes (1978)



1978, mal año para el rock sinfónico. Si además el disco es instrumental, el instrumento principal es la flauta, apenas hay guitarra y el sonido mezcla influencias más clásicas con toques folclóricos catalanes, pues diríase que es un disco condenado desde antes de nacer. "Escenes" es otro de tantos discos de rock sinfónico que no tuvieron una gran fama pero que gracias a la red de redes han podido ser justamente revindicados.

Estamos principalmente ante un disco bonito, un disco que puede no apasionar (no es mi caso), pero que es incapaz de desagradar. Un disco algo tímido, que está claro que no se hizo para reventar las listas de éxitos con un hit contundente, pero que nadie que pueda escucharlo va a sentirse ofendido. Es un disco muy influenciado por Camel, hasta el punto que el disco completo me suena a una explotación del sonido de temas como "Rhayader". La flauta y en menor medida el piano llevan el protagonismo durante practicamente todo el disco y apenas hay guitarras (sólo en tres de los cuatro temas).

Gòtic son Rafael Escoté al bajo, Jordi Martí a la batería, Jep Nuix con la flauta y el piccolo, Jordi Vilaprinyó a los teclados, Josep Albert Cubero a las guitarras y Jordi Vidal se encarga de los efectos (no sé a qué se refieren). Colabora Jordi Codina a la guitarra acústica en el último tema.

"Escenes de la terra en festa y de la mar en calma" (precioso título por cierto) resume en sus cuatro minutos lo que va a ser el disco. Tiene un inicio movidito con un muy buen ritmo de batería, así como partes más calmadas, incluso puramente atmosféricas, donde aparecen pianos y melotrones. La melodía de flauta en todo momento lleva la batuta de forma magistral. "Imprompt I" por el contrario es una canción más jazz-rock, a la Gòtic, eso sí, más oscura y agresiva que la anterior. También podemos encontrar un buenísimo solo de guitarra eléctrica. "Jocs d'ocells" es una canción más tranquila que por momentos me recuerda a la faceta más amable del sonido Canterbury. El juego entre piano y flauta es sensacional, y en un segundo plano el bajo hace una línea de lo más interesante. "La revolució" por el contrario es todo jolgorio, tras una apacible introducción. Es el tema más folk del disco y no nos cuesta imaginarnos en los actos de algún pequeño pueblo el día de la fiesta patronal. Eso sí, a ritmo de rock sinfónico.

Los tres últimos temas son para mí los mejores. "Dança d'Estiu" se basa en una base ritmica bastante poderosa que nuevamente le da un regusto jazz a la música. La flauta aquí suena casi onírica, y el bajo está realmente sobresaliente, llevando en algún momento la melodía principal. "I tu que ho veies tot tan fàcil" empieza con unos misteriosos rasgueos de guitarra acústica y melotrón que suenan cieramente misteriosos y lúgubres, pero pronto aparece la flauta para volver a la tónica habitual del disco, eso sí, con un toque de melancolía, oscuridad e incluso epicismo en la alegre melodía. En cierto momento hay un dramático parón y Cubero se marca un breve arranque de guitarra a lo Gilmour que ojalá durara más. Todo para terminar de nuevo con un arranque de maravilloso folk festivo, esta vez alternando las melodías de flauta con las de teclado, de forma maravillosa.

Lo mejor queda para el final, "Història d'una gota d'aigua", una de las más preciosas composiciones del rock progresivo. Se inicia con una sugerente gitarra acústica acompañada por la flauta que tras unos tres minutos da entrada a una base de teclados sobre la que suena una vibrante guitarra eléctrica y de nuevo, la omnipresente flauta, siendo el momento más Camel del disco. Una verdadera maravilla que no pasa de ser, aún así, introducción a lo realmente grande, el mejor momento del disco. Pasados unos cinco minutos, flauta empieza a tocar una melodía bellísima que repite una y otra vez. A su alrededor, cual si dicha melodía invocara un hechizo, todo crece. El piano, la batería, el bajo, las guitarras... todo. Durante los últimos cinco minutos apenas varía la melodía principal, pero observar como aumenta en intensidad todo lo que la rodea es una experiencia espiritual, un verdadero orgasmo auditivo. Y cuando la canción sabe que ya no conviene que siga aumentando en pomposidad... se acaba, de forma apoteósica, emotiva...

Pues lo dicho, una maravilla de disco, de los mejores grabados en España, y una pequeña joya olvidada del rock progresivo. Si te gustan Camel y/o Genesis y disfrutas especialmente los pasajes con flauta, este disco es para ti. O si simplemente buscas un disco que sirva tanto como para ponertelo de fondo y relajarte, como para escucharlo atentamente y descubrir nuevos detalles.